Antes de la pandemia se calculaba en 10,5 millones la población de niños, niñas y adolescentes que se veían obligados a trabajar. Sus edades oscilan entre los 5 y los 17 años. Si a esto sumamos las cifras de maternidad infantil y adolescente, que son unas de las más altas del mundo, cabe preguntarse cómo ha desmejorado la situación de la niñez y la juventud durante el último año. ¿Han aumentado los casos de violencia doméstica a causa de esta crisis sanitaria y el confinamiento? Aún no lo sabemos con certeza. Menos aún conocemos con exactitud cómo seguirá empeorando en el transcurso de este año. Muchos son los niños, las niñas y los adolescentes que durante el último año no han tenido acceso a la educación, debido a que en muchos países se implementara la educación a distancia en modalidad digital. ¿Cuántas familias de aquellas que viven en zonas rurales, o bajo la línea de la pobreza, tienen acceso a Internet? ¿Cuántos padres/madres de familias de pocos recursos económicos, y con bajo nivel educativo, han podido ayudar a sus hijos con los estudios? Aquellos niños/niñas/jóvenes que tienen alguna discapacidad ¿han podido participar de la educación a distancia? Mucha inquietud produce leer que CEPAL estima un aumento en la tasa de pobreza en la región de, al menos, 14.5%. La pérdida de ingresos en las familias, especialmente en aquellas que ya eran vulnerables, va a reflejarse en un aumento de la deserción escolar y del trabajo infantil. Y la pandemia continúa. El escenario es preocupante, la niñez y la juventud de hoy son el futuro de América Latina.