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Día de confesión: el agua, tres árboles y dos lobos

Marianela Diaz Carrasco

Escogió dónde, se sentó...la rodeaban: dos lobos de hierro - en una de esas tardes de rumbo previsto - alguien le dijo: "no son lobos son coyotes".

Tres árboles, largos y vigilantes; las gotas de la fuente que iban regando el recipiente de concreto construido - para que vuelva a subir, para que vuelva a caer- y algunas palomas que, contrariando los prejuicios que la gente vocifera respecto a ellas, se bañaban acompasadamente aprovechando así la función otorgada al líquido elemento. Como dirían las miradas menos poéticas: vida e higiene; las revolucionarias: derecho humano; las beatas: santidad y las algo etéreas: pureza y transparencia. En el caso de Violeta era simplemente un divertimento parsimonioso ante los cuarenta y cinco minutos de espera (fase de la paciencia) que vendrían por delante.

Un día más, pero este sería distinto porque era día de confesión. Ella abría el libro olvidando sus razones: tal vez en realidad quería leerlo, probablemente era una forma más digna que la contemplación en silencio para disimular la probable larga espera o, de pronto, era una manera simbólica de acomodarse entre los "pseudo hippies pequeño burgueses" - identidad que había inventado y asumía con orgullo- que daban brincos felices por la zona entre los cafecitos circundantes, resolviendo el mundo - con compromiso y convicción- en charlas y/ o discusiones aguerridas sobre el "ambiente" político moderno o quizás (en caso de los tecnológicamente actualizados) enunciando las principales disputas políticas que habían identificado en twitter (grupo al que claramente no pertenecía).

Los dos lobos (enunciado terco que había decidido adscribirles a pesar de las frecuentes correcciones) y los tres árboles seguían ahí, reconocerlos era casi un ritual en ese "lugar", que era un lugar por todas sus implicancias y recuerdos. Violeta revivía entre fantasmas que veía pasar y los personajes que efectivamente allí habitaban, algún que otro lamento triste de ruptura, encuentros y reencuentros, o caminatas solitarias e improvisadas de turnos diversos (diurno-nocturno) de fines de semana que solía llenar apropiándose imaginariamente de los jardines de la ciudad.

El agua seguía subiendo y cayendo al mismo ritmo pero, al trascurrir los minutos, acompañada de las voces que paulatinamente crecían y se multiplicaban - en cantidad de diálogos y pluralidad de tonos - se escuchaba distinta. El libro había agotado su ciclo, porque una hora y media de espera ya era bastante. Entonces, se fijaba en el reloj una y otra vez, algunas veces para demostrar al o la observadora curiosa que se había percatado de su existencia que estaba segura de lo que hacía y otras con la esperanza de reconsiderar que una hora y media no era precisamente mucho tiempo.

Las dos horas llegaron y habían adquirido forma de abismo, a pesar del inicial disfrute, pero la luz de media tarde las disfrazaban de desesperanza, sensación que ocultaba poniéndose la chaqueta amarilla lentamente y abriendo al azar las páginas del libro (como sin en él habría alguna clave...un fragmento de guión para el minuto siguiente). En fin, el libro cabía en el bolso y el bolso en su brazo, también con ellos rodeó lentamente la plaza por última vez. Las palomas ya no estaban se habían ido hace mucho; los árboles sí, aunque eran otros, los había atravesado el último rayo de sol; el agua ya era casi suya, el sonido parte de ella.

No llegó, lo había esperado como en secreto, lo había esperado para decirle que lo esperaba y que: ".......". Solía llegar entre las cuatro y las cinco (excepcionalmente a las cinco y veinte), pero esta tarde de rojo intenso en su boca (que cobró forma de labios en el segundo intento), en su último día de chaqueta amarilla antes de partir, no llegó...Violeta...recogió su cuerpo, el sonido del agua, la imagen de los árboles y el aullido de los lobos, afirmó el bolso (con el libro de guión ausente), alzó con esfuerzo su gran maleta verde, motivó a sus pies y tomó el taxi hacia el aeropuerto.



Publicado: febrero 2012

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