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Homofobia ganó el primer round electoral

Luis Fernando Cascante
Alai Amlatina

Movimiento discriminatorio hacia los homosexuales

Costa Rica. Bajo la bandera de la familia y los valores, un movimiento discriminatorio hacia los homosexuales, encabezado por Fabricio Alvarado, gana representatividad en puestos de poder.

Es casi mediodía y un ejército de camarógrafos, fotógrafos y periodistas se codean en las costillas por un espacio a orillas de la junta 491, en la Escuela Joaquín García Monge, en Desamparados. Todos quieren la foto del candidato del Partido Restauración Nacional, Fabricio Alvarado, en intimidad con la urna.

Ingresa con guardaespaldas y arropado por una turba de cuerpos azules y amarillos que ondean banderas y corean su nombre. Una mujer, a lo lejos, grita: "¡Adelante, Fabricio, no importa que nos digan cavernícolas!".

Su llegada concentró la atención de seguidores, rivales y un mar de teléfonos celulares que captaban las gotas de sudor que caían de su frente. No era para menos, hacía 27 grados y la jornada de Fabricio no llevaba mayores sobresaltos: un desayuno con su familia y visitas a Radio Columbia, Grupo Extra y Amelia Rueda.

¿Por qué tanta alharaca por el candidato de un partido diminuto que no obtendría más de un diputado? Porque el hombre que ingresa por esa entrada ya no es el diputado de fracción unipersonal que presenta su campaña ante cuatro gatos de la prensa y algunos amigos en el Hotel Balmoral. Tampoco es aquel joven periodista sucesero de televisión ni el estudiante simpático que serenateaba a sus compañeras de la universidad con canciones de Franco de Vita.

Ahora se trata del candidato presidencial favorito para avanzar a segunda ronda, un fenómeno electoral que muchos vieron venir (pero nadie pudo conjurar) y un termómetro que evidencia que la homofobia es un arma para atrapar votos, y conforme se explote más, da mayores réditos.

La batalla de los últimos cuatros años de Fabricio contra los movimientos LGBTI, sus giras de costa a costa predicando en iglesias evangélicas y su sentido de oportunidad le dieron la credibilidad que no lograron otros partidos.

Su discurso no habla de homofobia ni de discriminación, así como el discurso machista tampoco entiende que es machista. El sector que representa no siente que discrimina, porque interioriza la discriminación y la hace regla, bajo el mantra de "la defensa de la familia y los valores".

Mientras Fabricio es acorralado por teléfonos, cámaras y luces, varios de sus seguidores le aplauden sus rabietas contra la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Nadie hubiera imaginado que el criterio de esta instancia, el pasado 9 de enero, que obligó al país a legalizar el matrimonio homosexual, daría vida a su campaña, una que estaba programada a morir temprano.

Tras emitir su voto, se dirigió al Restaurante Willy’s, a escasos metros de la escuela, donde almorzó con su esposa Laura Moscoa, su asesor, vicepresidente y amigo, Francisco Prendas, así como con el resto de su familia y equipo de campaña. Lo hizo al mejor estilo de las celebridades, con la reservación total del restaurante y con dos guardaespaldas a la entrada impidiendo el paso.

Fabricio dirigió la oración mientras se tomaba de las manos con Laura. No es un show para las cámaras como se le podría señalar a otros políticos, le sale natural y espontáneo.

Luego, tras afirmar a este semanario que asistiría a la Fundación Obras del Espíritu Santo, retomó el ritmo de visitas a medios de comunicación y dio su último recorrido a las 5 p.m. por la Escuela República de Guatemala. Viajaba en una caravana de casi diez vehículos, él a bordo de su Toyota Avanza.

Posteriormente, descansó en el hotel San José Palacio, en donde sus seguidores montaban una fiesta ante la presentación del primer corte de resultados del TSE, que mostraba a Fabricio por encima de Antonio Álvarez, de Liberación Nacional y de Carlos Alvarado, de Acción Ciudadana.

Fabricio se asomó al salón Greco a las 11:10 p.m. en medio de abrazos y gritos de una multitud que lloraba, gritaba, saltaba y veía al cielo, en señal de gratitud.

Al inicio de su discurso de victoria, Alvarado se dio una palmada en la espalda por desarrollar "una campaña donde no tuvimos que atacar a nadie". El evangélico olvidó que sus ataques a la comunidad LGBTI, al matrimonio igualitario y su postura anti aborto lo catapultaron para vencer a la maquinaria electoral de los partidos tradicionales.

Entrevistado por este medio, el domingo por la tarde, dijo "nuestro mensaje ya ganó", aún sin conocer los resultados que le daban casi un cuarto de la votación total y la impresionante cifra de 12 diputados para la nueva Asamblea Legislativa.

Alvarado jugó la carta de la familia en su campaña, entendiendo que esa homofobia, bien que mal, es uno de los anti valores más presentes en la sociedad. Su virtud fue encauzar el discurso y hacer del rechazo a la diversidad sexual, algo positivo.

No hizo falta profundizar en sus propuestas, en su política fiscal o en su eventual equipo de Gobierno. Bastó con explotar la vena de la homofobia en tiempos de crispación y, en el nombre de Dios, señalarse como el líder de la Costa Rica de todos.



Publicado: marzo 2018

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