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Nuestra pequeña Lulú

Alfredo Grande
Agencia Pelota de Trapo

Argentina. Tenemos la firme convicción de que lo único que nos interesa es que nuestra pequeña Lulú sea feliz sabiendo que su deseo tiene también su lugar en el mundo. Nos ha enseñado que, o somos lo que deseamos ser, o no seremos nada.


Nuestra pequeña Lulú
"Serás lo que quieras ser y si no,
no serás nada" (aforismo implicado).

"El psiquiatra y psicoanalista Alfredo Grande es uno de los terapeutas que siguen la historia de Lulú. Se preocupa por aclarar que el marco que le da al abordaje que recibe es "sostener el deseo de Lulú" y que no se trata de patologizar su cuadro, sino de comprender que una historia de vida así resulta conflictiva en sí misma. Para ayudarla, destaca, se le debe dar un nuevo DNI acorde con su identidad de género femenina. "La identidad de género tiene que ver con la identidad por mandato y por deseo. En el marco actual, la única que se manifiesta en una cultura represora como la nuestra es la identidad del mandato, que es biológica y cultural. Lulú contradice los dos mandatos. Al ser una interpelación al doble mandato, se convierte en analizador. La identidad se construye desde los más profundos deseos. Son muy pocas las personas que han podido enfrentar esos dos fuertes mandatos" (Mariana Carbajal, Página 12).

El personaje Lulú empezó siendo una viñeta gráfica, pero sus historias fueron publicadas en una revista semanal desde 1945, cuando obtuvo su propia historieta en los Estados Unidos, cortesía del dibujante John Stanley, que retomó a Lulú, la rediseñó (en parte) y la adaptó a historieta larga luego de que Marge optara por hacer un humor más adulto en sus tiras cómicas. Mis recuerdos de ese comic era de un niña asexuada con un amigo, Tobi, gordo y un poco tontón.

Nuestra pequeña Lulú no es un personaje. Es una persona. Lulú es el nombre ficticio de una nena trans que es asistida en la cooperativa Atico por derivación de la Comunidad Homosexual Argentina. Nuestra pequeña Lulú es una luchadora por una de las batallas culturales. La batalla por la identidad de género. Es luchadora pequeña, simpática, vital, sostenida, acompañada y amada por su madre.

La tradición psicológica y psicoanalítica no pocas veces estuvo infiltrada por lo que llamaré el "furor culpandis". La obsesiva y hasta delirante necesidad de buscar culpables. Sabemos que la culpa es un artificio que legitima el castigo. Buscar culpables nada tiene que ver con entender la complejidad de una situación que propicia efectos por fuera de la normatividad oficial. Lo que no implica anormalidad, ni enfermedad, ni patología. Es necesario diferenciar conflicto de patología. Si bien ésta supone conflictos, por sí mismo el conflicto no implica patología. Para nuestra pequeña luchadora, sostener contra muchos vientos y muchas mareas su identidad de nena es altamente conflictivo.

Ella sostiene lo que denomino la identidad por deseo y enfrenta, aún sin saberlo, pero sin duda alguna, sintiendo, la doble identidad por mandato: anatómico y cultural. Cuando la triple adecuación entre cuerpo, identidad y mandato está consolidada, no hay preguntas y por lo tanto, desaparecen las respuestas.

Cuerpo de mujer, identidad femenina y mandato de mujer (esposa abnegada, madre masoquista) son entronizadas en la completitud de una armonía terrenal que los cielos bendicen.

Pero hubo, hay y habrá mujeres y hombres que cometen el peor de los pecados: hacen un per saltum psicológico y tienen una elección "homo": es decir, eligen lo mismo que son. Una mujer elige una mujer. Un hombre elige un hombre. Hasta hace demasiado poco, eran perversiones sexuales, morales y sociales. No acalladas las discusiones por el matrimonio igualitario, o más bien dicho, acalladas por el oportunismo y cinismo habitual en la cultura represora, resucitan ahora los anatemas contra los "cuerpos equivocados".

A mi criterio, la única equivocada, mortíferamente equivocada, es la cultura represora que no cree en lágrimas ni en complejidades. Al pan, pan y al que vino por otro camino, ni justicia. La cultura represora tiene un genérico represor que utiliza de acuerdo a cada situación en diferentes proporciones: culpa, amenaza, castigo y mandato. ¿Quién tiene la culpa de que las cosas no son como deben ser? ¡Vas a ver lo que te pasa si te veo otra vez con ese vestido! Bueno, se acabó, esa muñeca va a la basura. Sos varón porque tu cuerpo es de varón.

No faltarán profesionales de la psicología, aunque más que profesionales los llamaría catequistas del inconsciente, con teorías de por qué se produjo el desvío, curiosas teorizaciones sobre la alteridad bizarra, afirmaciones sobre la construcción de un esquema corporal delirante. Si antes era habitual que el zurdo fuera contrariado, para que escribiera con la mano derecha (¡caramba, que coincidencia con la vida de los pueblos!) Ahora la identidad de género por deseo es contrariada para que coincida con el mandato cultural y el mandato biológico.

Mandato biológico: el cuerpo anatómico sella desde su morfología los destinos de la identidad, que además son binarios: hombre - mujer. El cuerpo anatómico coloca en un corralito inexpugnable las diversidades sexuales, que apenas son consideradas como patologías. El mandato cultural impone una sola forma de ser mujer y de ser hombre. Los hombres no deben llorar y las mujeres no deben gozar.

Desde ya, estos mandatos han estallado, pero no sabemos bien los destinos del estallido. Lo que denomino "sexualidad represora" se expande, en las formas de trata de mujeres para explotación sexual, la pornografía con niñas y niños, el abuso sexual infantil, la pedofilia y el incesto.

Pero esta sexualidad represora no excluye inmensos islotes de sexualidad reprimida. La clandestinidad del aborto, la deficiente y precaria educación sexual, las sanatas moralistas sobre las formas decentes e indecentes de ejercer la sexualidad son los rostros macabros de lo que ya Freud había denominado la "miseria sexual de las masas".

Y en ese desierto de miserias sexuales, donde la hipocresía es la reina y las princesas son la cobardía y la moralina, nuestra pequeña Lulú pretende sostener su deseo. Y sabe, aunque no sepa que lo sabe, que esa lucha será cruel y será mucha y que esta historia recién empieza.

Me han preguntado si hay muchas situaciones similares a las de Lulú. Mi respuesta es que no. Pero recién ahora me doy cuenta que no me refiero a las nenas que tienen pene, o los nenes que no lo tienen, o a todas las situaciones donde los mandatos arrasan a los deseos. Imposible saber cuántas identidades por deseo han sido sepultadas por todo tipo de brutalidad represora.

Desde la simbólica hasta la quirúrgica. Lulú nos interpela para decirnos, desde su pequeñez corporal, que sostener un deseo siempre vale la pena. La cooperativa ATICO y la Comunidad Homosexual Argentina han firmado un convenio para complementarse en el abordaje de estas situaciones. Pretendemos sostener a la madre de Lulú que está delante de su hija para guiarla y protegerla. Y por supuesto, no podía ser de otra manera, esa madre de tanto coraje, ha sido acusada y denigrada porque como tenemos un país con buena gente, el deseo de Lulú no es respetado. Por eso nos conmueve nuestra pequeña Lulú. No está sola, pero tampoco demasiado acompañada. Le espera una larguísima travesía por la tierra del desdén y la intolerancia.

Tenemos la firme convicción de que lo único que nos interesa es que nuestra pequeña Lulú sea feliz sabiendo que su deseo tiene también su lugar en el mundo. Nos ha enseñado que, o somos lo que deseamos ser, o no seremos nada.



Publicado: agosto 2013

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