Los cambios o son culturales o no son cambios
LatiCe
Antes de la conferencia de Ignacio Martínez, organizada en conjunto por Casa Uruguay y LatiCe, tuvimos oportunidad conversar en privado con él y queremos aquí compartir esta experiencia con todos aquellos que no pudieron asistir.
Ignacio Martínez
Foto: Sofia Sanchez
¿Quién es Ignacio Martínez?
Bueno, básicamente un escritor que desde hace ya 3 años está al frente del departamento de cultura del PIT/CNT, la central obrera del Uruguay, esas serían mis actividades sociales más importantes, en la literatura tengo 83 libros para niños y jóvenes y 9 para adultos, mucho teatro, tengo muchas obras de teatro estrenadas pero en este momento con una función social muy fuerte que es dar al PIT/CNT la posibilidad de ocupar el espacio de la cultura a partir de dos premisas muy fuertes, una es que los cambios son culturales o no son cambios sino tapaderas circunstanciales y la otra premisa clave es que para nosotros los cambios son las estrategias que se dan los pueblos para su convivencia y sus vivencia y tenemos que identificar las estrategias de cambio. Esa es un poco la idea como presentación.
¿Cuándo empezaste a escribir?
Mis primeros cuentos salieron aquí en Suecia, de la mano de la editorial Nordan, los escribí en Venezuela los publiqué acá y entraron en Uruguay en plena dictadura, salieron con otro nombre, yo firmé ese libro con el nombre de Ignacio Seger y tuvieron mucho éxito, pero mi actividad fuerte comenzó en 1988 que saqué dos libros, entre otros El Viejo Vasa pero desde ahí una actividad ininterrumpida, con decenas de decenas de miles de libros que circulan por todo el país que realmente me permiten hoy decir que vivo de lo que hago, lo cual es un beneficio y un lujo para las latitudes sureñas.
¿Por qué libros para chicos?
Yo digo una frase muy terrible que, a veces, escribir para adultos es una pérdida de tiempo. En este mundo en que estamos si no invertimos en estos chiquilines que dentro de 10, 15 ó 20 años van a tener sobre sus hombros el destino del mundo, ellos que no son responsables de nada, que no son culpables de nada, merecen que uno trabaje todo lo que pueda para ellos sean mejor que nosotros. Me siento más cómodo con ellos, me siento más libre con ellos y creo que ellos han recibido con mucha alegría lo que hago. Son libros que invitan a disfrutar el momento de la lectura pero también a pensar y en ese ir a venir ellos se han convertido en mis grandes maestros. Cuando un niño de las zonas más pobres del Uruguay te dice que lo más lindo del mundo es imaginarse las cosas, me lo dijo él, no me lo dijo un filósofo de la Sorbonne. O cuando una niña de nueve años me dice "si nosotros somos el futuro ¿qué vás a hacer mientras tanto?" O cuando una niña también de esa edad me dice "Lo que pasa Ignacio es que consumimos y consumimos hasta consumirnos." Esas son las líneas generales de un lenguaje muy sencillo pero muy profundo que muchas veces es la síntesis de lo que le pasa al mundo hoy.
¿Qué difusión tienen tus libros?
Tienen una gran difusión en Uruguay, en España, en Brasil, en Argentina y en México, algo en Cuba pero no de la magnitud que yo quisiera, sí en Uruguay. Me considero un privilegiado porque cuando en Uruguay sale un libro de Ignacio Martínez es un libro agotado. La Editorial Fin de Siglo sacó la otra vez dos libros simultáneamente, uno lo presenté un viernes y el otro un lunes con cientos y cientos de niños en la presentación.
¿Cuánto tiempo trabajás por día?
Indisciplinadamente varias horas, a veces sale un punto y coma, a veces salen páginas enteras. Lo tomo como un oficio, que implica la combinación entre la escritura y la lectura, la escritura y la corrección y entre la escritura y el chequeo con los mismos niños. Y la sorpresa mía es que ahora saqué un libro para jóvenes, que lo puede leer cualquier persona, y son libros muy fuertes en un montón de aspectos que han llamado la atención ya en el mercado, pareciera que no fuera muy común hablarle a los chicos sobre la Segunda Guerra, son todos jóvenes que vivieron en diferentes épocas y geografías, o hablar un cuento con acento extranjero de dos niños encontrados en Valparaíso en el año 1976, o sobre la homosexualidad en Irán en donde matan a los jóvenes por el divino pecado de ser homosexuales, o el mundo de Camila que sólo puede hablar con sus ojos. Todos son cuentos basado en la realidad.
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