Fútbol y racismo
El presidente de Gimnasia y Esgrima de Jujuy desató una polémica internacional al renunciar a su cargo, después de que el árbitro Saúl Laverni lo llamara "boliviano"; junto a sus jugadores. El hecho, que fue entendido como un insulto racista y discriminador por Raúl Ulloa y sus jugadores, generó además la reacción de la Cancillería de Bolivia que reprochó que el calificativo sea asumido como un insulto.
"Renuncio. Dejo mi cargo porque no quiero seguir más en el fútbol mientras Laverni siga dirigiendo. Él nos trató de bolivianos", disparó enfurecido el presidente de Gimnasia.
Sobre las desafortunadas expresiones del referí, se han lanzado muchas opiniones, todas condenatorias, y desde medios de Bolivia se le ha contestado con otros insultos: ignorante, analfabeto, detractor, procaz, epítetos como todos los arrebatos pasionales, totalmente infundados. Porque el señor Laverni no es inculto, no utilizó el lunfardo "bolita", no ignora la geografía ni se refirió expresamente a los oriundos de una nación latinoamericana, como algunos extranjeros que piensan en Buenos Aires como capital de Brasil o nosotros mismos, que llamamos turcos a los árabes, sin ánimo ofensivo.
Simplemente en un arrebato de cólera, lanzó ante los medios masivos de comunicación algo que es público y notorio en nuestro país y se pronuncia diariamente, tal como los norteamericanos dicen despectivamente mexicanos, o los europeos sudacas. En su rato de furia, buscó lo más hiriente para referirse a los futbolistas jujeños. y lo encontró, como lo demuestra la desmedida reacción del señor Ulloa. Pero además se nota en las respuestas que su chispoteada despertó no sólo en los jujeños, sino entre los mismos bolivianos.
Es que con esa adjetivación añadía el insulto a la ofensa. Insulto a los jujeños y ofensa a los bolivianos, una circunstancia que para alguien de afuera puede pasar inadvertida. Los jujeños y salteños sabemos perfectamente que entre nosotros, al colla se le dice "boliviano" y que ambos son peyorativos. En el ámbito argentino, boliviano, colla, indio, han pasado a ser sinónimos lunfardescos. Gerardo Morales, cuando hizo la dupla con Lavagna, fue tratado de coya por una enfurecida Margarita Stolbizer. Antes de eso, la entonces diputada nacional por Salta, Leila Chaya trató de coya bruto a uno de sus empleados, ante reporteros televisivos.
Analizando un poco el fondo de la cuestión, en convertir un gentilicio en peyorativo tiene mucho que ver el racismo, la discriminación y el prejuicio. Porque el insulto de boliviano no se refiere a la nacionalidad. Lo que en realidad quiso decir el árbitro fue ¡Jujeños, collas de mierda igual que los bolivianos! Expresión condensada en lo que dijo.
Ahí ya se comprende mejor que Laverni no se refería a la posible nacionalidad de los jugadores. Era tácito que aludía a los prejuicios unidos al denominativo colla, prejuicio que tenían los europeos respecto a los "indios americanos" a los que consideraban no sólo bárbaros (este adjetivo es bastante utilizado por Pedro Sarmiento de Gamboa en su "Historia Índica") sino también seres inferiores, sucios y despreciables.
Ahora, fijémonos en una cosa: El escarnio buscó ser más amplio y abarcó la nacionalidad. La gente que no es ni colla, ni indígena ni de piel morocha, no tendría que enojarse. Por esa razón, los de otras provincias, para que el escarnio sea bien explícito y abarcativo, denigran, no a la madre, sino a la madre tierra, con múltiples expresiones:
"Jujuy es la provincia más grande de Bolivia". "De Volcán para adelante (donde comienza la tierra de los collas) habría que regalárselo a Bolivia". Tal vez un boliviano poco advertido no se ofendería y quizás hasta lo tomaría como un piropo. Pero el de esa nacionalidad que comprendiera el sentido real de esas frases se embroncaría. Porque él mismo utilizó seguramente más de una vez frases insultativas.
Aquí en Jujuy o en Salta cuando se quiere insultar a alguien, no se aclara diciendo ¡Boliviano coya! como tendría que ser o ¡Colla boliviano" Se les enrostra colla o boliviano porque en la práctica son sinónimos y ambos quieren decir en el fondo ¡indio de mierda!
Todo lo que afirma el dirigente es cierto, pero se debe hacer notar que él también participa del racismo, porque de otra forma no se sentiría tan ofendido. Como jujeño, sabe perfectamente este manejo semántico, por eso le duele tanto. Que un blanco le diga ese insulto a un indio es normal y corriente. A otro blanco es inadmisible. En el fondo está el racismo, más fuerte en los lugares donde ambos tienen que convivir y por eso nos explicamos esa división entre collas y no collas, algo irracional, que se nota cuando el indígena exige sus derechos y la igualdad y explota si el indio es gobierno. ¡Cómo ESE nos va a mandar! Así que los bolivianos no se asombren, porque allí se inventó lo de colla de mierda, más precisamente en Santa Cruz de la Sierra, que pasó a la Argentina y llegó hasta Buenos Aires, Ahora nos explicamos lo que está ocurriendo en Bolivia, o lo que va a ocurrir en Jujuy y Salta cuando las mayorías indígenas decidan que ya es hora de tener gobernantes procedentes de ellas y no está demás que veamos un poco de prospectiva.
En la actualidad el racismo es impulsado por los intereses que se sienten perjudicados por las transformaciones del proceso social. La sociedad boliviana tiene un racismo histórico y estructural expresado en una discriminación y negación a la condición de igualdad de una enorme cantidad de la población, ocasionando que los peores índices de desarrollo humano estén en el sector de la población indígena, de originarios, de sectores populares de las ciudades, campesinas y en una totalidad boliviana, no sólo en el área del occidente, con la consecuencia no deseada de que el conflicto político y regional boliviano, se ha convertido en un problema racial donde grandes sectores de bolivianos han sido convertidos por otros bolivianos en "enemigos internos".
Entonces en nuestras provincias de Jujuy y Salta, las de mayor población indígena de la Argentina va a ocurrir algo parecido, y es hora que veamos bajo el agua y nos preguntemos: ¿por qué los jujeños nos ofendemos tanto ante estos insultos? Tal vez porque también tenemos el virus del racismo. Comprendemos perfectamente la carga peyorativa de un gentilicio y, peor aún, lo aplicamos diariamente.
La sociedad jujeña, la salteña y en menor grado la argentina están impregnadas profundamente de unas condiciones estructurales de racismo, asimiladas casi como una forma natural de convivencia, sobre todo, entre quienes no las sintieron en su vida.
De algún lado salió, de alguna parte lo aprendieron los argentinos. Salteños jujeños y bolivianos de todas las extracciones sociales usan diariamente ¡boliviano! ¡coya de mierda! y de allí cundió a todas partes como pasó en el ámbito futbolístico que sólo es la punta del iceberg.
Es duro probar nuestra propia medicina.
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