Latice - Latinamérica en el Centro

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Pueblos originarios en la Argentina

Yo quiero trasmitir lo que mis padres me han dejado...

Pueblo Guaraní: Identidad, cultura y lucha en noroeste argentino

Ariel Ogando*
Con la colaboración de
Rolando Huanca,
Paula Kuschnir
y Moisés Rioja**

Es necesario hacer un mundo nuevo.
Un mundo donde quepan muchos mundos,
donde quepan todos los mundos.
EZLN

Introducción

La mayoría de los estados nacionales latinoamericanos surgidos sobre los escombros de las sociedades coloniales, buscaron con mayor o menor éxito, criterios identitarios que permitieran, en función de un territorio y ciertos hechos fundantes (héroes, batallas, pactos, hechos históricos, etc), hacer que los habitantes de los nuevos países se sintieran parte de esa construcción, de esa "comunidad imaginada por sectores políticos e intelectuales.

En Argentina, esta construcción de lo "argentino, diferente de lo indio y de lo europeo (aunque mucho mas orientado hacia lo europeo), esa idea de una "única identidad fue propiedad de la denominada Generación del 80. Influenciada por el iluminismo europeo, esta clase dirigente tendía, en primer término, a asimilar al indígena a la sociedad dominante mediante la escuela pública, la religión y el combate de sus costumbres y "prácticas primitivas, para, en un segundo término, invisibilizarlo -ya sea mediante la aniquilación física (como lo fueran la Conquista del Desierto, o las avanzadas militares hacia el Gran Chaco) o la simple negación de su existencia.

Así fueron muchos los eufemismos que se utilizaron para no mencionar a los indígenas durante largo tiempo. Desierto era la palabra que encubría al territorio indígena; el Gran Chaco fue llamado Desierto verde, un desierto no habitado por blancos pero poblado por gran cantidad de pueblos originarios y grupos étnicos. Estas tierras "salvajes y su frontera paraguayo-boliviana fueron integradas al territorio argentino tardíamente, en la primera década del siglo XX, mediante sangrientas incursiones del ejército nacional.

Los Guaraní

En este artículo nos referiremos específicamente a los grupos aborígenes Guaraní, que se encuentran en el pedemonte andino y la frontera del Gran Chaco de las provincias de Salta y Jujuy, en el Noroeste Argentino.

Haciendo un poco de historia, y tal como nos cuenta el etno-historiador francés Thierry Saignes, los grupos guaraníticos llegaron a las estribaciones andinas de Santa Cruz, Chuquisaca y Tarija, en la vecina república de Bolivia, hacia el año 1500, vía las llanuras paraguayo/brasileras. Pueblo guerrero y expansivo, el guaraní puso en jaque al estado colonial de esas regiones en numerosas oportunidades, registrando su primer enfrentamiento en el año 1564, con la destrucción de un asentamiento de la colonia.

Respecto a su nombre han surgido controversias: denominados "chirigüanos, un sector de la historiografía atribuye a este nombre un carácter despectivo y una supuesta etimología quechua que significaría estiércol frío, guano= estiércol y chiri= líquido. Numerosas son los fuentes que niegan esta interpretación, y Saignes explica que los grupos Tupy- Guaraní del Paraguay para describir las características de sus hermanos bolivianos los denominan "chiriguanaes, que significaría que los grupos Ava-Guaraní tienen bajo su dominio y sujeción a grupos Chané/ Guane (los Chané son agricultores de tala y quema, pertenecen al tronco lingüístico arawuak). Hay que entender que la identidad guaraní (de estos grupos mencionados, nos referimos a los chiriguanos) se basaba en la guerra y en el enfrentamiento con el orden colonial blanco, y no sólo contra éste, sino también en la sujeción de otras parcialidades y grupos, siendo los Chané unas de sus víctimas.

Luego de la derrota en la denominada "masacre de Curuyuqui, en el año 1894, parte de la nación guaraní se desintegra y se incorpora, por un lado, a las poblaciones criollas bolivianas y por el otro, migra hacia el norte argentino en busca del mbaporendá, "el lugar donde hay trabajo. En esta región fueron reclutados como fuerza de trabajo para la cosecha de la caña de azúcar, en los ingenios azucareros del oriente de las provincias de Salta y Jujuy, cuna del capitalismo en la zona.

En la actualidad, según un censo del año 1992, existen en la Argentina alrededor de 23.000 indígenas guaraníes, de los cuales alrededor de 21.000 son Chiriguanos (ENDEPA, en Trinchero, 2000). Los actuales Chiriguanos prefieren ser llamados Guaraníes; respetaremos su deseo a pesar de que, según Silvia Hirsch, este término -el de guaraní- comenzó a utilizarse recién hacia mediados de 1980 en Bolivia, para identificar al conjunto de las naciones (Ava, Simba, Izoceño) en función de una serie de convocatorias planteadas por el Estado y un conjunto de Ongs. También en el norte argentino estos grupos fueron conocidos como Chaguancos, que en quechua significa piernas flacas, pero de manera despectiva.

Los pueblos guaraní llegan al noroeste argentino

Los ingenios azucareros de las provincias de Salta y Jujuy -Ledesma, San Martín del Tabacal, La Esperanza, La Mendieta, etc- necesitaban importantes contingentes de mano de obra para levantar la cosecha de caña de azúcar. Con ese fin reclutaban indígenas tanto del Gran Chaco como de las tierras altas de Salta y Jujuy, mediante variadas formas de coacción y violencia.

La cosecha manual de la caña de azúcar, que ocupaba a decenas de miles de trabajadores, se sostuvo hasta avanzada la segunda mitad del siglo XX, tal como declara la dirigente guaraní Beatriz Lucio, Mburumbicha (cacique, en guaraní) de la comunidad "Yasendicatú, Asamblea del Pueblo Guaraní de Yuto, provincia de Jujuy.

"Mi papá y mi mamá eran de Bolivia. A mi mamá la trajeron de chica, una tía, cuando ella tenía 9 años. Estaban en San Pedro, ahí vivían y mi papá empezó a trabajar en el Ingenio "La Esperanza y ahí la conoció a mi mamá. Y después se casaron y tuvieron sus hijos. Mi papá trabajó un tiempo ahí en la cosecha, después se fue a Calilegua, en los lotes para zafreros que había ahí (del ingenio Ledesma) y ahora ya no están. Ahora es una ciudad.

Un complejo mecanismo de redes políticas y religiosas, junto a contratistas de los ingenios, facilitó la incorporación de indígenas de diferentes etnias como braceros para la zafra, tal como nos cuenta el antropólogo Luciano Literas: "En un contrato celebrado en 1923 entre "sacerdotes de indios y el ingenio, los contratistas se comprometen a conchabar "500 indios machos, a $50 cada hombre, niño mayor de doce años o tres mujeres (Teruel, 2005: 130). En las modalidades descritas impera la misma condición: hacer sedentarios a los grupos étnicos para organizar la captación y el traslado de trabajadores (Gordillo, 1995:113). La presencia de Ava-guaraníes, reducidos en misiones relativamente próximas a los ingenios, facilitó la disponibilidad de mano de obra para servicios personales y, en momentos fuera de cosecha -recordemos que la zafra se realiza de mayo a noviembre-, para el mantenimiento y limpieza de los surcos, lo que significaba el ahorro de salarios de trabajadores permanentes.

Modesta Campos, Mburumbicha de la comunidad "Jasi Endi Guazú, de la localidad de El Talar, nos cuenta sobre su llegada a la Argentina y sobre cómo sus familiares, hacia principios del siglo XX, venían a trabajar a los ingenios desde lugares tan distantes como Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia, luego de largas jornadas de marcha.

Yo tengo conocimiento porque mi abuelita, en el año 1918 creo, ella se venía desde Santa Cruz hacia (el ingenio) La Esperanza, que era el único pueblo. Y ya estaba el Ingenio y ellos venían a la cosecha de caña, se venían a pie, en burrito y en tres meses llegaban a La Esperanza: así se fueron quedando en la Argentina. Algunos se iban cuando terminaba la cosecha, y así muchos hermanos se quedaron en la Argentina y nosotros también. Nos hemos criado aquí, fuimos mama aquí, abuelas y ya soy bis abuela y me sigo quedando.

Modesta nos relata acerca de cómo entró a trabajar con la problemática indígena y cómo se convirtió en dirigente guaraní para ayudar a su pueblo, trabajar por recuperar su tierra, su lengua, sus comidas y saberes, obrando para incentivar a los jóvenes a mantener vivas sus prácticas y cultura.

No sé como he entrado en esta lucha, me pidieron que sea la representante de mi pueblo y yo acepté. Y aquí estoy, para que los hermanos salgan adelante, no solamente para mí, sino para los chicos, los jóvenes; para el bienestar de ellos, porque yo se que algún día voy a dejar la lucha y el camino va a quedar abierto para ellos, para que sepan qué hacer. Por eso las madres, cuando nos juntamos a matear, tenemos la costumbre de decir a nuestros hijos quiénes somos, de dónde venimos, cómo nos hemos criado, cómo era la comida. Los chicos ahora si no es milanesa, no comen; en cambio, nosotros nos hemos criado con anco, mandioca, zapallo, batata, todas esas cosas, no sabíamos de otras cosas. Nuestras abuelitas nos llevaban a juntar algarrobo, el mistol, el chañar y esa era la fruta que nosotros conocíamos. Ahora los chicos conocen la banana, la pera, la manzana, el yogur,. Por ahí no teníamos pan y nuestras madres y abuelas hacían con el maíz que estaba por ponerse duro, lo molían en el mortero y de ahí le ponían agua y lo amasaban y lo ponían bajo la ceniza. Y de ahí sacaban para que nosotros comamos, lo limpiaban bien, le sacaban la ceniza y listo para tomar el té. Ahora los chicos duermen hasta tarde; antes, a las siete de la mañana, nos levantaban.

La lucha por las tierras

Una de las problemáticas más sentidas por las comunidades guaraníes es la tierra. En la actualidad, muchas familias viven hacinadas en barrios de la periferia de las ciudades de San Pedro de Jujuy o Libertador Gral. San Martín. La lucha por poseer un pedazo de tierra donde producir, donde tener un anclaje como comunidad, se repite en comunidades guaraníes y en numerosos grupos étnicos de todo el territorio argentino.

La mburumbicha Modesta continúa con su relato respecto de la lucha de su comunidad guaraní por la tierra: una parcela de 1800 Has. en las afueras de la localidad de San Pedro de Jujuy donde, desde hace años, se encuentran trabajando y produciendo con mucho esfuerzo y sacrificio, de una forma muy precaria.

Estoy luchando por un territorio de 1800 hectáreas. Ahora están trabajando algunos abogados para que nos den el título de la tierra y, mientras, queremos que nos den la tenencia porque queremos hacer bajar la luz. Fuimos a Ejesa (Empresa de Energía de Jujuy) y nos dijeron que tenemos que tener la tenencia precaria para poder baja la luz a los ranchitos -porque no es una mansión lo que tenemos, no, son ranchitos. Y ahora estamos trabajando, estamos haciendo pasar la rastra y estamos sembrando. Ya desde el 2000 que hemos empezado a sembrar en las 1800 hectáreas pero, como siempre, hay problemas. Siempre hay gente que dice que son los dueños, y el año pasado nos han desalojado. Destruyeron todo el campamento que tenían los hermanos y los animalitos los han espantado. A algunos se los llevaron ellos, las gallinas. y los hermanos quedaron asustados. Pero ahora ya están de nuevo allá trabajando, llevaron sus animalitos, se sienten un poco más seguros porque las autoridades y el gobierno nos están ayudando...

La tierra se relaciona directamente con las prácticas culturales históricas de los guaraníes, cultivadores del monte de tala y quema, junto a prácticas de cazadores recolectores, recuerda Modesta Campos.

Para nosotros es muy importante tener las tierras porque no nos queremos deshacer de nuestros ancestros, y queremos que nuestros nietos y bisnietos digan "mi abuelita luchó por esto. Por eso queremos y luchamos por la tierra, para dejarles un recuerdo a los niños y a los jóvenes: ése es mi sueño. Yo se que mi "pachita (pachamama: madre tierra en quechua) y mi madre tierra me van a dar la fuerza, porque yo les tengo fe, sigo adelante. Mi papá siempre me decía: "para entrar al monte hay que pedir permiso, porque el monte tiene dueño. Y si quieren buscar algo, o cazar, hay que pedirle permiso al monte. Tampoco pedir de más: hay que pedir lo justo y llevar para la familia y compartir con los vecinos y los hermanos. Porque todo se compartía; igual mi papá iba al río a pescar pero me decía que pedía permiso, "porque yo voy por necesidad, no voy por jugar, porque con las cosas del río y del monte no se juega. Mi padre nos trasmitía todo eso.

El arete guazu: fiesta grande

Crisóstomo Pascual, mburubicha de la Comunidad guaraní "Yaeca Yanderay Cuere, de la localidad de Caimancito, nos habla sobre los cultos que practican en la actualidad y de la recuperación de la fiesta grande o Arete Guazu, que marca la época de abundancia de maíz, una de las bases alimentarias de los grupos guaraní. La chicha (Kangüi), bebida hecha a base de maíz, es una protagonista importante en este tipo de celebraciones realizada -generalmente- por las mujeres. Para esta celebración, ellas se confeccionan brillosos vestidos denominados mandu o tipoy y se colorean las mejillas con semillas de uruku. Los criollos vincularon al Arete Guazu con las fiestas del carnaval de tradición europea; también denominado Pim Pim, según algunos de sus organizadores principales, por el repiqueteo de los tambores.

La historia del Pim Pim, que nosotros llamamos Arete, lo festejamos como una fiesta sagrada, como algo religioso. Para nuestros antepasados duraba meses, no como ahora que dura unos días, sino que dura meses porque empieza desde el sembradío, donde trabajamos en comunidad y sembramos hasta que todos tengan su sembrado. Y cuando llega el tiempo de cosecha, juntamos maíz, como nuestros antepasados: es en el mes de febrero. Y en ese mes, para los blancos es carnaval y para nosotros comienza el Arete Guazu, la fiesta grande.

Dentro de la fiesta del Arete Guazu, uno de los momentos de mayor importancia y fuerte simbolismo es la lucha entre el jaguareté -que representa al pueblo guaraní- y el toro -que representa a los españoles, a los blancos. Una lucha teatralizada, con máscaras de palo borracho (yuchan), en las que el triunfo del felino por sobre el toro representa la victoria del pueblo guaraní sobre quienes siempre quisieron someterlos. Crisóstomo nos sigue describiendo la celebración

En el Arete Guazu hacemos la pelea del tigre y del toro. El tigre representa a la comunidad guaraní y el toro a los españoles. Esto significa que la lucha que estamos haciendo hoy es por un pedazo de tierra en cada localidad; el gobierno siempre hace oídos sordos, y no respeta las leyes que hay para el aborigen, pero seguimos. Ahora ya no se ve eso. por la escasez de tierra, ahora no podemos sembrar. Nosotros íbamos al monte, me acuerdo que yo era chango, chico nomás -tenía 7 años-, iban al monte un grupo de cajeros y flauteros detrás del Pim Pim (tambor) y cuando comienza a llorar la flauta es porque esta llamando a nuestros ancestros, al espíritu de nuestros antepasados. Por eso la mascarita representa a las almas; también está la mascara de yuchan (madera del árbol de palo borracho) que es la cara del tigre y la del toro.Todo esto es la cultura de nuestros antepasados. Hoy lo estamos perdiendo, allá en mi comunidad nadie quiere ser "chaguanco (indígena) porque dicen que vivimos en la civilización. Y yo les digo: "¿qué civilización? si la civilización es para los que viven bien o para nosotros que somos pobres? Si seguimos siendo esclavos del ingenio Ledesma. Y si esto va de generación en generación, ¿adonde esta la civilización?

La recuperación de la lengua guaraní

La conformación de la Asamblea del Pueblo Guaraní y el Consejo Mburubichá, en la década de los 90s, que reunió a comunidades de dos provincias y tendió lazos con pueblos guaraníes de Bolivia y Paraguay, sirvió para reafirmar sus derechos y amplificar sus demandas, sobre todo las vinculadas a su territorio, su idioma y sus prácticas culturales. Respecto al idioma, a su enseñanza y su recuperación, Beatriz Lucio nos cuenta:

"Bueno, yo enseño guaraní y estoy en la recuperación de nuestra lengua y nuestras costumbres y hoy por hoy doy, gracias a Dios, estoy recuperando nuestra lengua. Hace 6 años que estoy trabajando como maestra bilingüe, enseñando lo que soy, recuperando lo que siempre he sido. Yo no aprendí, ya nací con mi lengua y hoy por hoy tengo mi maestra, siempre lo digo, y es mi mamá, que tiene 85 años, y hasta hoy nos sigue hablando.

Yo quiero trasmitir eso que mis padres me han dejado, que no se pierda, lo que aprendí de siempre, lo que Dios nos ha dado, que es nuestra lengua. Y como no quiero que se pierda estoy dando a los niños, a los jóvenes, y a los adultos que recién están aprendiendo, que son guaraní pero no saben nuestra lengua. Yo no sé si los padres se avergonzaron de nuestra lengua, o pasó lo que me pasó a mí, que no nos dejaban hablar, o nosotros teníamos vergüenza de hablar, por miedo a que se burlen o por discriminación. Pero, hoy por hoy, capaz que también me discriminan, pero yo no lo siento así.

La dirigente guaraní Beatriz Lucio, a partir de los recuerdos de su infancia nos cuenta de cómo viven, o en muchos casos como sobreviven los guaraníes de hoy hacinados en la periferia de pueblos y localidades del noroeste argentino, añorando los tiempos de su niñez:

(.) Yo ahora me pongo a pensar cómo es la vida de ahora y pienso cómo era la vida de antes, y no sé si era más rica o más pobre, pero pensándolo bien ahora hay mas pobreza. No tenemos lo que teníamos antes: verdura, maíz, Cosas materiales sí, pero no es lo mismo el aire puro en mi casa, no tengo árboles y esta no es mi vida. A veces hay que acostumbrarse a vivir a la fuerza y yo me pongo a pensar y me gusta más la vida de antes. Era mi costumbre, antes se era libre, se podía caminar con confianza, de noche, ahora no: uno vive con miedo. Y extraño la comida de antes, con lo que yo me crié, y que hoy no puedo darle a mis hijos.

Generadores de riqueza como trabajadores en la cosecha de caña en los numerosos ingenios azucareros de la zona, los guaraníes de hoy intentan, lentamente - y luego de un proceso de pérdida y fragmentación como ellos reconocen-, recuperar su identidad mediante complejas alianzas con grupos guaraníes tanto de Bolivia como de Paraguay. En ese camino lento y arduo "por recuperar lo perdido como ellos plantean, pero mediante una etnicidad dinámica, una identidad en permanente construcción en lucha por rescatar y mantener su lengua, sus prácticas, su tierra, su cultura esta el pueblo guaraní del noroeste argentino.

Bibliografía

Hirsch, Silvia (2004) "Ser guaraní en el Noroeste Argentino: Variantes de la construcción identitaria Revista de Indias, 2004, vol. LXIV, núm. 230, UBA; Bs As.
Literas, Luciano (2008) "Dinámicas de incorporación y exclusión social. Guaraníes en las fronteras del capital Revista de Antropología Social, 17. bs As
Saignes, Thierry (1990) "Ava y Garay Hisbol. La Paz
Trinchero, Hugo (2000) "Los dominios del demonio, Eudeba, Bs As.
Wayruro Comunicación Popular (2009), "Entrevistas a dirigentes del pueblo guaraní" (paper inédito de entrevistas realizadas en el marco del encuentro trinacional Arete GuaZu, en la localidad San Pedro, Prov. De Jujuy). Jujuy, Arg.

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* Corresponsal de la revista Trabajadores en Argentina y coordinador general de Wayruro Comunicación Popular. (wayruro.blogspot.com)
** Integrantes de Wayruro, las entrevistas fueron realizados por este equipo de investigadores.



Publicado: junio 2009

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