César Antezana/Flavia Lima
Los llamados Estudios sobre las masculinidades (ESM) parten de algunos presupuestos teóricos que se van construyendo desde finales del siglo XX hasta nuestros días. Algunos de estos conceptos se nos hacen cada vez más familiares. Hablaremos de estos temas en esta nota, pero a la luz de las conversas y talleres que a lo largo de las últimas semanas pudimos compartir con los chicos del Hormigón Armado.
Los ESM no surgen de movilizaciones sociales masivas, no se constituyen a partir de la acción de movimientos de masas. Son reflexiones teóricas que nacen en ámbitos académicos y que se nutren de los trabajos de los estudios gay, feministas y de género. Y con esto tienen ya grandes avances, pero también enormes limitaciones.
Por ejemplo, los ESM aún no decantan en suficientes organizaciones de varones. Existen grupos que se reúnen y trabajan, ong´s, fundaciones, etc. con un trabajo valioso, qué duda cabe, pero no se consigue aún sumar a las grandes mayorías, ni multiplicar los intentos de hacerlo.
Las conversas con los chicos del Hormigón Armado nos permitieron elaborar las siguientes cinco intuiciones:
- Que no podemos ir a los varones con discursos retóricos tipo “reconectémonos con nuestro lado femenino”, recuperemos la “sensibilidad perdida/arrancada” por el sistema patriarcal. “Démonos permiso de llorar y permitámonos la fragilidad”.
- Que estos clichés no funcionan en el día a día de las grandes mayorías que habitamos escenarios de violencias sistemáticas como la pobreza. No funcionan en mundos en los que ser fuertes o agresivos nos garantizarían posibilidades concretas de sobrevivencia.
- Que no podemos dejar de lado las construcciones religiosas de las personas. En nuestra región la fe y la religión forman parte de un ethos que nos constituye y que nos presta móviles de acción “reales”.
- Que características asociadas a la virilidad y a lo masculino, como la valentía, la fortaleza, el hacerse cargo, el estoicismo, el poder proteger a los seres queridos, etc. no son en sí mismo “malos” o contraproducentes. El problema reside en que no los comprendemos como valores que cualquiera podría asumir: también las mujeres.
- Que algunos discursos de las masculinidades alternativas victimizan a las mujeres reforzando la subordinación que pone a andar mecanismos machistas sobre ellas. Porque presentar escenarios de “malos vs buenas”, no permite transformar nada, porque simplifican procesos complejos e invisibilizan la posible agencia de los sujetos (varones y mujeres) y su capacidad de transformar el mundo.
El camino quizás deba ser otro. Porque no somos parte de la globalidad del norte y sus propios procesos históricos, aunque padezcamos por igual las consecuencias de la globalización. Es más fácil cambiar actitudes (aunque no siempre) cuando las necesidades básicas han sido cubiertas.
Los ESM parecen no haber comprendido del todo que los cambios, que las transformaciones, son orgánicas y que incluyen también la transformación de las estructuras injustas, del capitalismo, el racismo, etc.
Los ESM nacen bajo el paraguas de los liberalismos, que individualizan las responsabilidades, como hacen también algunos discursos ecologistas que recargan la responsabilidad de cuidar el planeta en los individuos y sus comportamientos cotidianos, olvidando que la destrucción del planeta la llevan a cabo los grandes consorcios mineros, los agro-negocios y las monstruosas industrias que devastan todo a su paso.
Si el sistema de producción capitalista no es cuestionado, nada será cuestionado. Si realmente nos proponemos el cambio del patriarcado y del machismo, debemos ponerlos al lado de otras estructuras jerárquicas: el racismo, la explotación, la homofobia, etc.
A veces funcionamos como la misma democracia formal burguesa que fetichiza las elecciones, dejando de lado todas las otras relaciones: ¿por qué no se exige democracia en las empresas o en los hogares? Porque estas cadenas de mando, estas jerarquías, son funcionales al sistema capitalista y al patriarcado. Entonces todo resulta un simulacro, un gesto hipócrita que reivindica ciertos sujetos mientras se mantengan dentro de las lógicas de reproducción capitalistas y patriarcales. Entonces las agendas de mujeres, diversidades sexuales, indígenas, etc. logran derechos que no amenazan en absoluto a las estructuras injustas que sostendrán en última instancia las desigualdades y los desequilibrios estructurales como la pobreza.
Otro elemento que es indispensable plantear en estos debates es el papel que juega el Estado con las fuerzas armadas. El servicio militar obligatorio resulta un instrumento que construye varones capaces de hacer a un lado la empatía, la compasión, el compromiso con la otredad. Capaces de desconectarse de una parte de su humanidad, para ejercer violencia. Esta institución (como de alguna manera lo hace también la familia y la escuela), fabrica varones dispuestos a aprender y a ejercer violencia contra los otros y las otras. ¿Vivimos en democracia cuando aún mantenemos instituciones como esta? Las cadenas de mando rígidas no hacen otra cosa que producir y sostener estructuras violentas. Somos hipócritas cuando sostenemos relatos feministas y de masculinidades alternativas que no cuestionan estas otras instituciones capitalistas y patriarcales.
Esto, en gran medida, lo saben los chicos del Hormigón Armado, a quienes agradezco tan rico intercambio de experiencias y buenas voluntades. ¡Seguiremos en el camino camaradas!