Pedagogía de la esperanza
Nos hace falta una responsable cultura del agua, ninguna cuestión hoy es más importante que ésta. Dependemos menos del desarrollo económico y tecnológico que de los bienes naturales básicos que garantizan la vida en sus múltiples formas. El agua se está transformando en un factor de inestabilidad planetaria.
Invitado por la Cátedra Libre del Agua, de la Universidad Nacional de Rosario, Leonardo Boff presentó la disertación "Repensar el agua en el Siglo XXI". Con admirable serenidad y contundente argumentación, el filósofo y pensador ambiental se refirió al desigual acceso y consumo de agua en el mundo. A su vez instó a construir un paradigma de "Cuidado de la Vida" basado en la cooperación universal; superador del mercantilismo que condujo al planeta al actual estado de irreversibilidad.
La brillante exposición contó con una multitudinaria presencia de militantes ambientales, sociales y ecuménicos; también de estudiantes, investigadores, docentes y autoridades de la Universidad Nacional de Rosario, del Concejo Municipal y del intendente de Rosario. En esta oportunidad el pensador brasileño llegó a nuestra ciudad invitado por la Cátedra Libre del Agua, la cual funciona desde hace dos años en la facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la UNR.
"Nos hace falta una responsable cultura del agua, ninguna cuestión hoy es más importante que ésta. Dependemos menos del desarrollo económico y tecnológico que de los bienes naturales básicos que garantizan la vida en sus múltiples formas. El agua se está transformando en un factor de inestabilidad planetaria. Pueden provocarse guerras de gran devastación para abrir camino a fuentes de agua potable, especialmente en oriente medio, el sur de Asia, en Australia y en África", expresó con preocupación Leonardo Boff en un tramo de la disertación ofrecida el viernes 13 de agosto en el centro cultural del parque de España.
Pero antes de realizar ese llamado urgente para la construcción de una conciencia solidaria en defensa del agua como "patrimonio común de la biósfera y de la humanidad", Boff ofreció datos contundentes. Expuso cifras sobre la actual crisis de civilización, representativas de la tremenda desigualdad tanto en el acceso como en el consumo de Agua. Al mismo tiempo celebró la reciente proclamación por parte de Naciones Unidas (el 21 de julio) del acceso al agua potable y al saneamiento básico como un Derecho Humano fundamental. "Tal vez este sea el derecho más importante después de la declaración de los derechos humanos (de 1948)", dijo con inmensa satisfacción.
Entre las consideraciones iniciales recordó que, más allá de que el planeta tierra está cubierto por el 70% de agua, sólo el 2,5% es agua dulce, de la cual únicamente el 0,3% es accesible para el consumo humano. De ese 0,3%, el 70% es destinado a la agricultura, 20 a la industria, 10 al consumo doméstico y el 5% para animales y otros seres que necesitan de agua. Entre las razones del acceso "cada vez más precario al agua" mencionó la creciente desertificación, deforestación y contaminación de los lagos, ríos y lluvias ácidas. También, los saneamientos mal hechos, el uso de detergentes no biodegradables y la utilización abusiva de agrotóxicos contaminantes de los niveles freáticos.
"Los efluentes industriales lanzados a los ríos producen el envenenamiento y muerte de los organismos vivos y ponen en jaque la frágil y compleja cadena de la reproducción de la vida. No obstante esto, el agua del planeta tiene una muy mala gestión. Casi 2 mil millones de personas viven en zonas con escasez de agua y 3 mil millones no tiene agua corriente a menos de 1 km de distancia", detalló, agregando que en muchos países la situación obliga a millones de niños/as a dejar la escuela para realizar esa indispensable tarea de subsistencia.
Por otro lado, se refirió al desigual consumo de agua, dejando a la vista una vez más el histórico saqueo de los países imperialistas, como las consecuencias de la gestión mercantilista de este bien común: "Un africano utiliza 10 litros de agua al día, un europeo occidental 150 y un norteamericano 425 litros. Se estima que para el año 2020 serán 3 mil millones de personas las que tendrán insuficiencia de agua, y 2 mil millones sin saneamiento básico, ocasionando que el 85% de las enfermedades se produzca por este hecho", alertó.
Según su minucioso análisis, actualmente el mundo debe enfrentar tres crisis estructurales: la crisis del sistema tierra, la crisis social mundial y la provocada por el calentamiento global. "Ya no podemos seguir con este sistema de producción y consumo implantado en el mundo en los últimos siglos. Porque la tierra ya no aguanta, es un planeta pequeño, viejo y con bienes limitados. No soporta un proyecto de crecimiento ilimitado. Ahora empezó el tiempo del mundo finito. Tenemos que adecuarnos a esa finitud, ahora la gran cuestión no es cómo salvar el sistema económico financiero (como quieren el G20) sino cómo proteger el planeta y salvar la vida amenazada. Y cómo la economía puede salvarnos en esa tarea urgente".
Luces en el camino
Más allá de los datos, sumamente significativos, el lúcido pensador, uno de los fundadores de la Teología de la Liberación en los años 70, desde una mirada humanitaria y sensiblemente amorosa, encendió luces de esperanza y las puso en manos del auditorio.
"Se puede propiciar gran solidaridad y cooperación entre todos los pueblos. Se hace cada vez más fuerte el clamor por un Pacto Social Mundial alrededor de este tema. Como respuesta a este clamor en 2003 se creó en Italia el Foro Alternativo Mundial del Agua (FAMA). Además, se está intentando crear la Autoridad Mundial del Agua, una instancia de gobierno público, cooperativo y solidario a nivel de las grandes cuencas hídricas internacionales, buscando una distribución más equitativa según demandas regionales", señaló.
"Paralelamente se está urdiendo un Contrato Mundial del Agua. Sería un contrato social mundial alrededor de lo que efectivamente nos puede unir, ya que nadie puede vivir sin agua. De esta forma estaría garantizada la cadena de la vida, indisolublemente ligada a la deficiencia del agua. Ese contrato pone exigencias claras a los gobiernos y empresas de no llevar al agua a los mercados, ni considerarla sencillamente como una mercancía".
"Si el paradigma imperante en los últimos siglos era la dominación, ahora tiene que prevalecer el paradigma del cuidado. El cuidado es una relación amorosa, respetuosa con la Madre Tierra, cura las heridas pasadas y previene las futuras. La producción se hará no para la acumulación, sino para la sustentación de toda la vida, la del bien vivir, como dicen las culturas originarias de América Latina. Respetando los límites de cada ecosistema, los ritmos de la naturaleza y con gran sentido de equidad y solidaridad para con las futuras generaciones, a quienes también les pertenece la tierra", remarcó esperanzado.
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