América Latina: Tenencia de la tierra con perspectiva de género
Prensa Indígena
¿Disminución de la pobreza y seguridad alimentaria? ¿Qué se puede hacer para colocar en la agenda pública el debate en torno a la tenencia de la tierra de los grupos excluidos, especialmente de las mujeres, a la luz de la seguridad alimentaria?
La tierra no sólo es un bien productivo, tiene en muchas culturas un gran valor simbólico asociado a la vida, la identidad y la herencia cultural, así como el poder y la toma de decisiones. Si bien en las zonas rurales de muchos países de América Latina los ingresos dependen cada vez menos de la agricultura, la tierra continúa siendo un recurso crucial para la supervivencia y la reproducción de las poblaciones rurales.
A pesar del papel fundamental de las mujeres en la agricultura y la economía campesina, han estado excluidas de sus derechos a la propiedad y acceso a la tierra por motivos legales, culturales y estructurales, fruto de la división sexual del trabajo y la construcción de lo femenino y masculino. Así, la reducción o privación del acceso a la tierra conduce a una pérdida de ingresos y acceso a los alimentos.
Por esta razón, voltear la mirada hacia los derechos sobre la tierra y los recursos naturales por parte los sectores marginados -en particular de las mujeres- cobra vital importancia a la luz de las actuales preocupaciones sobre la seguridad alimentaria y las condiciones de pobreza de la población rural.
Alrededor de cinco décadas han transcurrido desde que ocurrieron los primeros brotes de reformas agrarias en América Latina y sus detonantes parecen permanecer iguales: pobreza rural, flujos migratorios hacia las ciudades, retraso de la producción agropecuaria, inequidad social; aunado ahora al deterioro del medio ambiente.
La tenencia de la tierra en América Latina se ha caracterizado por la concentración de la propiedad en un reducido número de haciendas agrícolas que poseen la mayor y mejor parte de las tierras. Al periodo de reformas agrarias, le sigue una serie de políticas de fomento a los mercados de tierras y programas de titulación y registro.
Si bien se menciona como uno de los grandes logros de la experiencia agraria latinoamericana la titulación de tierras a parejas, esta concepción no ha podido romper con la vinculación de la mujer a la unidad doméstica y al supuesto de relaciones armónicas que priorizan la colectividad al interior de la misma.
La mayoría de las iniciativas puestas en marcha en torno al acceso de las mujeres a la tierra estuvo vinculada a los diferentes foros internacionales sobre la mujer como la Plataforma de Beijing en la que se señaló el deber de los gobiernos de emprender reformas legislativas y administrativas para dar a la mujer acceso pleno y equitativo a los recursos económicos, incluido el derecho a la herencia y la posesión de tierras y otras prioridades, el crédito, los recursos naturales y las tecnologías apropiadas.
No obstante, estas reformas legislativas todavía tienen que superar prácticas institucionales y culturales que limitan el acceso y control de la tierra y los recursos por parte de las mujeres. Desde una perspectiva de género, el acceso a la tierra de las mujeres no es sólo un requisito para desarrollar la productividad de las mujeres, sino que es un derecho económico fundamental para alcanzar la autonomía y la igualdad de género (Deere y León, 2002).
Es preciso leer los cambios y transformaciones que están ocurriendo en el campo latinoamericano por la incorporación de nuevos modelos productivos, como el aumento de los trabajos agrícolas asalariados donde las mujeres participan cada vez más (Marroni, 1995). De esta manera se abre la puerta a una posible transformación en los roles tradicionales, aún cuando estas tendencias no rompen con las asimetrías de género en torno al salario y el poco reconocimiento que las mujeres reciben por su trabajo.
Algunas cifras muestran que en América Latina existen alrededor de 60 millones de mujeres rurales que diariamente trabajan más de 12 horas para asegurar la subsistencia de sus familias; además que contribuyen a generar alrededor del 48 por ciento del ingreso familiar en la región (FAO, 1999).
En el marco de los derechos y el reconocimiento de la labor fundamental de las mujeres campesinas, es relevante indagar en torno a las relaciones sociales -específicamente en las relaciones de género- que enmarcan los sistemas de tenencia de la tierra en la medida en que brindan un sustento real para los programas destinados a elevar la producción agrícola, diminuir la degradación ambiental y mejorar los niveles de vida en las zonas rurales.
La vinculación entre tenencia de la tierra, desarrollo rural sostenible y seguridad alimentaria es una trilogía que parece ser inalcanzable, pero que es indispensable en un contexto de relaciones económicas inequitativas donde las repercusiones de estas diferencias afectan de manera desigual a hombres y mujeres.
En este sentido, es preciso explorar el vínculo entre el acceso a la tierra y a los recursos por parte de la población empobrecida, en particular de las mujeres, como un medio que redundaría en un desarrollo agrícola sostenible, así como en el logro de una seguridad alimentaria. Después de esta breve reflexión en torno a la tenencia de la tierra, las mujeres y la seguridad alimentaria en la que a los derechos de propiedad de la tierra en América Latina distan mucho de ser resueltos:
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