Estudiantes escriben sobre Género y Diversidad Sexual
¿Qué es lo que lleva a estudiantes universitarios a querer editar una revista de género y diversidad afectivo sexual? Pregunta interesante de respuesta incierta. Este escrito intenta una respuesta, si no exhaustiva, al menos que dé cuenta de algunos de los elementos que componen nuestras razones.
Anthony Giddens, sociólogo, afirma que cada uno de nosotros es un agente y define a agente como aquel sujeto que es capaz de actuar y provocar una diferencia, en definitiva un sujeto transformador en su acción.[i]
Mediante la práctica comunicativa que hemos venido elaborando desde hace ya casi un año, intentamos sumarnos a la acción de innumerables agentes individuales y colectivos que procuran la transformación de las estructuras sociales. En el campo que nos ocupa, el de la dimensión sexo/genérica de lo social, estas estructuras conforman un sistema de dominación: el patriarcado, cuyo principal dispositivo de perpetuación es la heterosexualidad obligatoria o heteronorma, razón por la cual pensadoras feministas tan relevantes como Monique Wittig y Sheila Jeffreys han insistido en la noción de heteropatriarcado.
El heteropatriarcado. Palabra compuesta, tal vez poco escuchada fuera de los ámbitos de militancia feminista o de ciertos círculos académicos. Pero no es su dificultosa pronunciación lo que llama a detenernos en ella, si no lo que en ella se evoca. La primera parte de este texto consiste en una explicitación de lo que este término intenta comunicar, o de lo que efectivamente comunica.
Luego pasaremos a una breve cronología que reconstruya nuestra historia como colectivo, desde sus inicios a mediados de 2009 hasta nuestro inquieto presente.
A continuación, describiremos cómo llevamos a cabo nuestra práctica, la cual debe ser entendida a partir del contexto universitario desde donde escribimos y pensamos. Después de todo, ninguna producción simbólica se puede abstraer de lo social que la rodea. El contexto social configura todos y cada uno de los campos de la producción intelectual. Y nuestra revista no solo deriva de ese contexto socio-sexual que impugnamos sino que lo toma como objeto de estudio.
Heterosexualidad + Patriarcado = Heteropatriarcado
Dentro del feminismo y los estudios de género existe una corriente teórico-práctica llamada feminismo lésbico radical o lesbofeminismo, que incluye la crítica más aguda y consecuente del patriarcado, entendido como un sistema sexo-político basado en última instancia en el ejercicio de la fuerza física de los varones sobre las mujeres, cuya justificación ideológica: el androcentrismo, constituye además un discurso que impregna prácticamente toda la cultura occidental. Dado que el patriarcado se funda sobre la imposición normativa de la heterosexualidad, es decir de un conjunto de prácticas sexuales que implican una interpretación jerárquica de la diferencia anatómica entre los cuerpos de varones y mujeres, y que requieren del dominio masculino y la sumisión femenina, el sistema de dominación sexo-política se llama heteropatriarcado.
Este asume diversas formas, se concreta en variadas instituciones a lo largo del devenir histórico y según los contextos culturales, pero su núcleo duro permanece intacto hasta el día de hoy y afianza su dominio mediante la reproducción de estereotipos y roles que se asignan a cada uno de los sexos.
La identidad de género es un proceso de adiestramiento sociocultural en el que los sujetos intervienen activamente, de modo que será plenamente hombre o mujer, según los parámetros patriarcales, aquella persona que logre un desempeño satisfactorio de la masculinidad o de la feminidad, respectivamente. Mediante el binomio masculino/femenino el heteropatriarcado se perpetúa en el control social de las expresiones del género y de la sexualidad. En otras palabras, la dominación sexual que los varones ejercen como colectivo social sobre el colectivo social de las mujeres establece una sexualidad normal y normativa, que no es otra que la heterosexualidad masculina. Bajo la hegemonía heteropatriarcal, la sexualidad de las mujeres se subordina a la de los varones y las sexualidades anormales son toleradas, encubiertas o perseguidas.[ii]
Consideramos que el abordaje de la realidad social desde una perspectiva de género amplia e inclusiva es una asignatura pendiente en los medios sociales en que nos movemos. Este trabajo intenta ante todo abrir puertas a la formación de ámbitos de debate tanto en lo que se refiere a la construcción social de la masculinidad y a sus efectos, como a la problemática de la diversidad sexo-genérica en una sociedad heteropatriarcal. Nos parece imprescindible que esta tarea se realice desde nuestra perspectiva concreta, desde nuestra realidad cotidiana y no siguiendo en forma acrítica las premisas de movimientos importados, extrapolados desde contextos socioculturales muy diferentes al nuestro. Nuestro objetivo apunta a la equidad de las personas y por tanto a la desarticulación del sistema de opresión patriarcal que nos encierra en el género, es decir en relaciones de poder jerárquico y asimétrico, impidiéndonos la construcción de comunidades basadas en la cooperación entre pares.
Sería sin embargo poco realista intentar una construcción desde cero, ignorando los movimientos antes mencionados, tanto como pretender implantar sus propuestas de manera mecánica, Por este motivo nos parece importante valorar los aportes no solo del lesbofeminismo sino también de la teoría queer y del movimiento de hombres profeministas. Los tres enfoques, cada uno a su manera, pueden servir como herramientas para el análisis de la compleja realidad que nos proponemos abordar.
El feminismo lésbico radical, como expresión más genuina del movimiento de emancipación de las mujeres, nos ofrece una perspectiva clara del heteropatriarcado como sistema, como conjunto de instituciones naturalizadas que perpetúan relaciones de dominio y sumisión en torno al sexo.
El movimiento queer, de gran complejidad y en pleno desembarque en nuestro lejano Sur, nos plantea el desafío de aprovechar sus valiosas intuiciones sin caer en la copia, ya que justamente uno de los postulados básicos que esta corriente defendió desde sus orígenes es la multiplicidad de voces, el aprecio por la diversidad y la superación de la rigidez de las identidades, que en el área específica del sexo-género sería la superación de aquella concepción de la diversidad sexual representada por el movimiento gay, centrado en la homosexualidad masculina, occidental y anglosajona.[iii]
Por su parte el movimiento de hombres profeministas representa la toma de conciencia de muchos hombres en todo el mundo acerca del carácter opresivo de la masculinidad impuesta por un sistema voraz y ultra competitivo que amenaza con destruir toda vida en el planeta en aras del culto al poder, un culto notoriamente falocéntrico. La civilización actual es claramente masculina si por masculinidad entendemos ejercicio asimétrico e insolidario del poder. Las capacidades humanas, en una civilización masculina se ponen al servicio del Poder, en el sentido de la opresión y explotación de quienes son considerados inferiores, relación que se hace extensiva a todos los seres vivos y a la Tierra misma. Para la masculinidad, los otros son cosas a utilizar, a consumir.
La masculinidad mediante múltiples dispositivos como la educación sexista, la industria porno-prostituyente y las representaciones violentas alentadas por los medios masivos de comunicación, convierte la vida de los hombres en una pantomima continua en la que a cada paso deben demostrar su capacidad de dominio sobre otros seres humanos, y una de las consecuencias es una especie de discapacidad afectiva y emocional en la mayoría de los hombres, en detrimento de su propia calidad de vida.
No se puede seguir abordando las temáticas del género sin incluir a los varones, y sin que los varones tomemos conciencia de que a nosotros también nos toca. La existencia de un gigantesco mercado global de tráfico de mujeres y niñas para explotación sexual, que se ha convertido en una fuente de ingresos multimillonarios que colocan al proxenetismo entre los negocios más lucrativos a escala mundial, muestra que estamos muy lejos de haber superado la dominación machista. Si cientos de miles de mujeres y niñas son reducidas a objeto sexual y puestas en venta, convertidas en oferta sexual, es porque hay decenas de millones de hombres que sostienen la demanda de cuerpos de mujeres y niñas para ser abusadas sexualmente.
Es tiempo de que nosotros mismos comencemos a desbaratar estas estructuras que nos oprimen; las mujeres han sido pioneras en la lucha contra la opresión de género, y en esta gran tarea debemos tener en cuenta tanto la experiencia del movimiento feminista como la indagación de los grupos de hombres que en países tan disímiles como Suecia, El Salvador, España o Australia ponen en jaque la forma tradicional, injusta y violenta de ser hombres y trabajan en la prevención de la violencia de género y la explotación prostituyente, dos tópicos que en nuestro medio están al orden del día.
--------------------------------[ii] Para el lesbofeminismo, la práctica del lesbianismo es la rebelión contra el heteropatriarcado. Se trata de un movimiento con un gran potencial contrahegemónico, ya que las lesbianas no definen su identidad ni su orientación sexual por subordinación a los varones sino por identificación, atracción y solidaridad con otras mujeres.
[iii] En efecto, la diversidad sexo-genérica humana es mucho más que lo que plantea el movimiento gay, e incluye a bisexuales, trans e intersexuales, y el impacto de su creciente visibilización incide incluso en la maneras actuales de vivir la heterosexualidad, sobre todo en las grandes ciudades y en las nuevas generaciones.
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