Latice - Latinamérica en el Centro

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Cuando la bondad se transforma en indiferencia

Nico de Santillán
LatiCe
Latices översättare: Claudia García

Argentina.En una comunidad ideal no existe el monopolio de la violencia. En una comunidad ideal los vecinos y amigos resuelven sus diferencias discutiendo y dialogando.

Actualmente estoy en Tucumán para hacer un estudio sobre diversidad sexual. Durante la última semana he tratado de introducirme en el campo con resultados varios. Hoy creía que finalmente todo finalmente se encaminaría pero después de unas conversaciones me di cuenta de que no sería hasta el sábado. Algo decepcionado decidí a salir a caminar por el centro de la ciudad, tal y como he estado haciendo durante esta semana. Es una caminata de unos 30-40 minutos pero yo la valoro ya que, de esta manera puedo ordenar mis ideas. Esta vez, no obstante, sería diferente.

Dejé atrás la pensión en que me alojo, luego de asegurarme de que cerraba bien la puerta. La zona en que vivo no es quizás la mejor pero está lejos de ser una de las peores de la ciudad. Podría decir que es una zona de clase media, en los parámetros argentinos. Después de cerrar la puerta comencé mi caminata ensimismado en mis pensamientos sobre cómo continuar el trabajo de campo de la mejor manera posible. De casualidad, al mirar la vereda opuesta a la que yo caminaba vi a una chica joven que febrilmente tironeaba con un joven de su cartera. Mi primer pensamiento fue que se trataba de una pareja que discutía, De repente ella comenzó a pegar y a dar patadas y él también. Y entonces me di cuenta. No era una pelea de enamorados, ¡estaban tratando de robarle a la chica!

Sentí subir la adrenalina. Tengo que cruzar la calle y acercarme. Pero se interponían seis filas de coches que corrían constantemente y me impedían acercarme a la chica para ayudarla. Paseaba de arriba para abajo tratando de encontrar un hueco que me permitiera pasar pero era imposible cruzar la calle sin arriesgar la vida. Me puse más y más impaciente y decidí probar. Me dije que los conductores entenderían y pararían pero no acababa por decidirme. Entonces fue que sucedió. Ví lo que pasaba y sentí alegría y alivio. La gente salió en auxilio de la chica. Los vi llegar desde la otra cuadra. Los vi salir de sus casas. Vi a los autos parar y a los conductores apresurarse a salir de sus vehículos. De todos lados llegaba genta en auxilio de la chica. Vi gente que se cuida y protege entre sí. ¡Vi una comunidad!

El delincuente trató de zafar haciendo zigzag. Ahora hasta yo había podido sortear el tráfico y estaba ya en la vereda opuesta. El delincuente había logrado escapar y estaba ya media manzana lejos y, en ese momento, dobló por la esquina un patrullero. Miré a la chica para ver si, pese a las circunstancias, estaba bien. Y cuando me volvía hacia el patrullero los policías estaban tirando al piso al delincuente. Si este hubiese sido el final de mi historia hubiera sido ésta una historia de esperanza. Una historia sobre una sociedad en la que sus miembros se cuidan y protegen entre sí. Una historia que me hubiese dado esperanza.

Pero mi historia no termina aquí. Mi historia no es una de esas que dan esperanza. Justo cuando había recuperado un poco de esperanza en la sociedad y sus miembros el final de la historia me robarían en ese sentimiento. Después que los policías tiraron al piso al delincuente vi como le pegaban más de lo necesario. Golpes que no tenían más propósito que el de castigar. Yo no podía hacer nada, estaba demasiado lejos por eso me volvía hacia la chica y traté de consolarla con palabras de aliento. El patrullero se acercó y, para ese entonces, eran ya muchos los espectadores que se habían reunido. El delincuente estaba esposado en el interior del patrullero. Mientras hablaba con la chica vi, mudo de asombro, como seguían pegándole al delincuente. La única que reaccionó y dijo algo fue la propia chica. Fue la propia víctima quien repetía "no le peguen, no le peguen".

La víctima estaba dispuesta a perdonar a su agresor, pero la comunidad no. Todos la miraban con incomprensión como si sus pedidos no fueran razonables. Todos sabemos que en aquellos países en que existe el monopolio de la violencia (o sea en todos los países) existen abusos, ¡la diferencia era que aquí ese abuso era público! Esta no es una dictadura, tampoco se logra la obediencia civil por medio de las fuerzas policiales hagan uso abierto de la violencia. Lo que me puso peor fue la indiferencia de la gente ante ese uso excesivo de la violencia.

En una comunidad ideal no existe el monopolio de la violencia. En una comunidad ideal los vecinos y amigos resuelven sus diferencias discutiendo y dialogando. Esta no es una comunidad ideal y el miedo a lo desconocido hace que se conserve esta estructura. Es entonces indispensable que quien hace uso de la fuerza lo haga con respeto a TODA la comunidad.

Es importante mantenerse dentro de las reglas legales, morales y éticas que existen. Y lo que es aún más importante es que la comunidad demuestre que no tolera los excesos. No importa si el chico trato de robar una cartera, no importa si estaba tan drogado que, posiblemente, ni siquiera llegue a recordar el intento de robo o el exceso de violencia utilizado por quienes tienen el poder. Tan pronto como permitimos el exceso de uso de violencia estamos abriendo una puerta muy peligrosa. Una puerta de represión, de corrupción, de falta de legalidad. Hoy fue la víctima de esta falta de legalidad un chico drogado de 16 años, mañana puede ser cualquier otro.

Cuando finalmente me fui, después de que llegara el padre de la chica, lo hice con un sabor amargo en la boca. Había sido testigo de lo mejor y lo peor que una comunidad puede mostrar. Había presenciado la compasión y el cuidado de los miembros de una comunidad que se protegen a sí mismos (en todo caso a algunos de sus miembros) pero también una comunidad indiferente. Una comunidad que mira hacia otro lado cuando ocurren actos injustos. Cuando uno de sus miembros es objeto de un acto violento de parte de quienes están en una posición de poder. ¿Cómo puede justificarse el uso de una violencia excesiva en un chico de dieciséis años drogado y esposado? El silencio no es sólo silencio. La maldad sólo puede existir gracias a la indiferencia.



Publicado: noviembre 2011

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