Esa guerra no era nuestra
Noticias Aliadas
Una de las cuestiones que con más fuerza emergen de la masacre de El Salado es que los paramilitares operaron de manera muy distinta frente a hombres y mujeres. La mayoría de los hombres fueron arbitrariamente seleccionados, en cambio las mujeres que fueron torturadas públicamente y luego asesinadas, fueron seleccionadas por el papel de liderazgo que cumplían en la comunidad.
Familiares de víctimas de masacre
El Salado
Foto: Susana Abad
La violencia contra la mujer es un arma de guerra habitual, extendida, sistemática e invisible en el contexto del conflicto armado colombiano. Esto quedó evidenciado en los documentos e investigaciones presentados en el marco de la II Semana por la Memoria, llevada a cabo entre el 13 y 25 de setiembre en Cartagena. Es el caso del informe "La Masacre de El Salado: Esa guerra no era nuestra", preparado por el Grupo de Memoria Histórica (MH) de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación, sobre el asesinato de 52 hombres y ocho mujeres cometido por 400 paramilitares al mando de los jefes conocidos como "Amaury", "Tigre" y "Cinco Siete", entre el 16 y el 21 de febrero del 2000 en el caserío El Salado, situado en los Montes de María, región en el noroeste de Colombia, entre los departamentos de Sucre y Bolívar.
El documento "busca darle rostro al sufrimiento injusto de las víctimas y que la sociedad nacional e internacional no compelida directamente por el conflicto armado venza la rutinización de su memoria", dijo Gonzalo Sánchez, director de MH, a Noticias Aliadas.
En 15 líneas de investigación, el informe recopila la masacre "que hace parte de la más notoria y sangrienta escalada de eventos de violencia masiva perpetrados por los paramilitares en Colombia entre 1999 y el 2001. En ese período y sólo en la región de los Montes de María, ese ciclón de violencia se materializó en 42 masacres, que dejaron 354 víctimas fatales", agregó Sánchez.
En esas masacres se cumplieron las aseveraciones planteadas en el informe de la organización humanitaria Oxfam Internacional, presentado el 9 de setiembre, que asegura que "en el curso de los cerca de 50 años del conflicto armado colombiano, la violencia sexual es empleada como arma de guerra por todos los grupos armados (fuerzas militares del Estado, paramilitares y grupos guerrilleros). El objetivo es sembrar el terror en las comunidades usando a las mujeres para conseguir sus fines militares. Pero además se utiliza como forma de tortura y de castigo, como control sobre la población, como medio para imponer férreos códigos de conducta, como instrumento de venganza y de presión o como herramienta para lesionar y aterrorizar al enemigo".
Ejecuciones selectivas
Bajo el subtítulo de "El terror en perspectiva de género", el informe revela que "en el registro provisional de 2,505 masacres, realizado por MH para el periodo 1982-2007, el 74.2% de estas tienen como víctimas exclusivas a hombres. El 25.7% son mixtas. Dentro de éstas, la masacre de El Salado... tiene una particular relevancia desde una perspectiva de género por el muy alto número de mujeres victimizadas (ocho) en comparación con la mayoría (83.3%) de hechos violentos mixtos de esta naturaleza en los que se contabilizan una o dos mujeres como víctimas fatales".
"Una de las cuestiones que con más fuerza emergen de la masacre de El Salado es que los paramilitares operaron de manera muy distinta frente a hombres y mujeres. La mayoría de los hombres fueron arbitrariamente seleccionados, en cambio las mujeres que fueron torturadas públicamente y luego asesinadas, fueron seleccionadas por el papel de liderazgo que cumplían en la comunidad", dice a Noticias Aliadas María Emma Wills, politóloga responsable de la Memoria de Género y Guerra del documento de MH.
Añade que "una segunda cuestión es que una muchacha joven acusada de tener una relación afectiva y sexual con el jefe guerrillero de la zona no sólo fue asesinada sino que su cuerpo se convirtió en terreno de vejaciones una vez muerta. Fue para humillar al enemigo".
Mujer paramilitar anima violaciones
Wills resalta que "en las violaciones aisladas que hubo en El Salado una mujer paramilitar animó estos actos, lo cual muestra que en la guerra los actores armados construyen identidades que rompen las posibilidades de solidaridad de género que podría haber en otras circunstancias".
"Mi madre tenía 48 años. Con ella se ensañaron porque era una mujer que para sus asesinos representaba a las madres que los encaraban y desafiaban protegiendo a sus hijos. La torturaron y mataron en la plaza pública" cuenta a Noticias Aliadas Jorge Tapia, campesino que también perdió a su padre en la masacre.
"Los asesinatos y las torturas afectaron a hombres y mujeres, mientras que las violaciones y agresiones sexuales tuvieron como víctimas exclusivas a las mujeres. La mayoría de las mujeres ejecutadas en la plaza pública, de manera similar a los hombres, fueron golpeadas, amarradas con cuerdas y apuñaladas, pero hubo un énfasis en la sexualidad cuando los paramilitares se refirieron a ellas, pues sus insultos y gritos se centraron en la vida íntima que compartían con los ´enemigos´", reza el informe.
Y aunque "hay algunas similitudes en la violencia que se ejerce sobre la mujeres en la guerra, los patrones no son los mismos. Existen diferencias [entre guerrilla y paramilitares y aún entre los mismos grupos paramilitares] en cuanto a la manera de tratar el cuerpo femenino, por lo que no se pueden hacer generalizaciones", asegura Wills y anuncia que espera que en marzo del próximo año se entregue un informe "que sólo será Memorias y Género en la región Caribe y que buscará las condiciones que explican esta variación".
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