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Relato sobre El Salvador a través de sus mujeres (Segunda parte)

Liinu Díaz Ramö

La vida es bonita por una parte, por otra difícil. Pero siempre seguimos adelante con la ayuda de Dios. A veces uno quiere hacer algo, pero no se puede. A veces los niños piden algo y uno no tiene para darles. Pero con paciencia todo se logra.

Benita Rodríguez tiene 45 años y vive en San Nicolás, un pequeño cantón en el centro del pequeño país centroamericano. La casa de Benita fue construida por ANADES en el 2002, después de que los terremotos del 2001 destruyeran su anterior vivienda, una champa de carpeta.

- Fue entonces que comprendí que necesitábamos una casa más estable. Queríamos una casa y eso fue lo que nos dio ANADES. También fue un gran apoyo en el tiempo en el cual perdí uno de mis hijos, y que me ha alegrado mucho haber recibido ese soporte, dice Benita.

Las vacas, la refrigeradora, la pila de agua, el techo y una cama son algunas de las cosas que la familia ha podido permitirse gracias al Proyecto de Solidaridad Familiar. Benita está muy orgullosa de cómo ha cambiado y mejorado su casa en los últimos años.

También ella ha cambiado. Hoy participa más en la comunidad y se siente diferente comparado con el pasado.

- Toda mi forma de ser ha cambiado. Cuando murió mi hijo yo me sentía deprimida, no quería hacer nada. Hoy me comporto de manera diferente, participo más en la iglesia e incluso hablo de otra manera. Antes yo usaba palabras feas, hoy ya no, cuenta Benita con una sonrisa.

Y se nota que ella se siente mejor. Benita dice que la vida es bonita, que ella se siente alegre. Dice que se siente feliz y bonita cuando está con sus hijos. Su rostro se ilumina cuando habla de la iglesia y cree que se ha convertido en una mejor persona a través de ella y de ANADES.

También las hijas de Benita se han visto beneficiadas por el apoyo del proyecto. Ellas solían ir a los distintos talleres y capacitaciones organizados en la comunidad por ANADES. Allí aprendieron a coser y hacer piñatas. También se unieron al Comité de Salud de la comunidad, donde aprendieron, entre otras cosas, los primeros auxilios.

Hoy una de sus hijas trabaja vendiendo pan y frutas, mientras la otra se dedica a cuidar a su hijo. Benita piensa que las experiencias con ANADES fortalecen el autoestima de sus hijas.

- Creo que se sienten bien al saber que pueden hacer esas cosas. Si alguien necesita ayuda con costuras, ellas pueden arreglarlo rápidamente. Si ocurre un accidente, ellas pueden asistir.

También la economía de Benita se ha mejorado. Hoy ella puede darles a sus hijos lo que ellos desean, algo que no era posible anteriormente. La familia vive de lo que siembran, y el marido de Benita, Manuel Jesús, gana lo que necesitan para los gastos comunes, como la electricidad y los estudios de los hijos. Él va dos veces a la semana a la milpa, mientras el resto de los días trabaja en una banda mariachi en la capital de San Salvador. Como es el caso de muchos otros empresarios en El Salvador, la Mara le ha puesto renta a la banda.

- Les dijeron que tenían que pagar cierta cantidad una vez a la semana o los iban a matar, dice Benita con una voz triste.

Benita no puede escribir muy bien, sabe como escribir sus iniciales pero nunca aprendió más que eso. También tiene dificultades con la lectura y le molesta no ser capaz de leer la Biblia tan bien como desea. En las zonas rurales de El Salvador, son pocas las veces en que los niños pueden finalizar la escuela y Benita no fue una excepción.

- A mis padres nunca les interesó mi educación. Era mejor que yo ayudara en casa. Por eso solo hice el primer año de enseñanza básica.

Efectivamente para ella ha sido muy importante que sus hijos obtengan una educación más profunda. Hoy sus dos hijos más jóvenes van a la escuela y Benita espera que ambos puedan continuar con sus estudios en la universidad. Iván, el hijo menor, está tan motivado que ha empezado ha trabajar en la milpa en su tiempo libre, con el fin de poder ayudar con los gastos escolares.

- ¡Él gana su propio dinero ahora! dice Benita con una sonrisa.

Si Benita hubiera tenido la oportunidad de estudiar, ella hubiera querido ser abogado.

- Me hubiera gustado defender a otros, explica Benita.

Cuando Benita habla sobre su futuro, deja todo en las manos de Dios. Igual reconoce que quiere una vida larga, para poder seguir con sus hijos. También tiene sueños de algún día irse en un avión a países lejanos. Italia, Canadá y los Estados Unidos son destinos particularmente interesantes según ella.

Ella también espera que sus hijos sean grandes personas con trabajos importantes. Su mayor esperanza es que sus hijos tengan empleos que no estén relacionados a la milpa.

- Tal vez puedan ser pilotos, dice Benita con ojos brillantes.

Iván no tiene las mismas aspiraciones, el solo quiere un trabajo seguro. Pero al pensarlo un poco cuenta que el también quiere ser abogado, igual como su madre quiso una vez.

Publicado: abril 2010

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