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Bolivia: La hazaña se repite

Ana Rosa López Villegas

La realidad ha superado una vez más cualquier análisis estadístico y valoración numérica del voto nacional e internacional, Evo Morales Ayma ha sido reelecto presidente de Bolivia con más del 60 por ciento de sufragios en todo el país, se ha consolidado como único líder y ahora como responsable político y social de la construcción del nuevo estado boliviano que se inició en enero de 2006.

Este arrollador triunfo del Movimiento al Socialismo se convierte en un hito histórico a lo largo de 27 años de democracia boliviana, un suceso sin precedentes que no puede sino emocionar e impresionar a propios y extraños. El MAS se ha convertido en el primer partido político nacional que en más de una década ha conseguido no sólo duplicar, triplicar o cuadruplicar su popularidad, sino alcanzar el acariciado sueño de tantos y tantos partidos y candidatos que ahora se enfrentan a la extinción sin vuelta o al olvido encarcelado.

El año 1997 el MAS obtuvo el 3 por ciento de la votación en las elecciones generales, por entonces nadie habría creído lo que hoy ocurre en nuestra siempre inestable política, nadie habría apostado por aquel diputado cocalero que se presentaba en abarcas de caucho en el muy lujoso e inalcanzable palacio legislativo. Hoy el MAS es la principal fuerza política de Bolivia, el primer partido que le ha devuelto credibilidad al sistema político y una nueva esperanza a más del 60 por ciento de la población habilitada para elegir. Ni en sus momentos más gloriosos o exitosos, ni siquiera las coaliciones políticas más caprichosas que nos tocaron digerir han alcanzado tamaña hazaña. No reconocer este hecho raya en el absurdo más extremo y es la continuación de una tara que no nos permite avanzar.

Bolivia ha decidido no sólo dentro de sus fronteras, sino también fuera de ellas, cientos y miles de compatriotas en Argentina, Brasil, Estados Unidos y España le han demostrado al mundo que este país se merece un cambio y que este cambio es posible y no un discurso romántico que ondea una bandera colorada al viento. La masiva participación ciudadana en los nueve departamentos del país a través del voto es otra hazaña democrática inigualable, mérito que confirma que el pueblo boliviano cree en su Estado, en su país, en su conciencia y sobre todo en la franca posibilidad de un presente diferente en el que se reconozca no sólo la individualidad del ciudadano a través de su cultura y su idiosincrasia, sino la influencia y la fuerza de los movimientos sociales.

El resultado electoral de la verdadera fiesta democrática que Bolivia vivió el pasado 6 de diciembre ha colocado al país en el centro de la atención internacional y consolida a Evo Morales como un verdadero estratega político y desinteresado del poder ciego, oportunista y cortoplacista que envenenó y todavía envenena a algunos de los restantes políticos tradicionales, herederos de la política neoliberal que desmanteló a Bolivia no sólo de sus recursos naturales y económicos, sino también de su dignidad y soberanía.

La triste oposición no ha tenido más remedio que reconocer la derrota, asumir el fracaso electoral y por fin reconocer la victoria limpia del candidato presidente. La tarea pendiente de todas las agrupaciones políticas que se presentaron a las elecciones con la ilusión seguramente, de obtener un resultado por lo menos aceptable es la de contribuir con firmeza y ejerciendo crítica constructiva a la superación del país, denunciando sin tregua la corrupción y en su caso, el abuso del poder. Pero una democracia no es sólo una mayoría absoluta, una minoría que se respete o una mayoría que gobierne para el pueblo, es también la confrontación de ideas en busca de una solución, es por eso que para la oposición ha llegado la hora de replantearse su existencia, si esta vale la pena, la tarea pendiente es la de formar nuevos líderes políticos, líderes visionarios y auténticos dinamizadores de la participación social. Asumir la diferencia que en Bolivia es una realidad cotidiana no significa polarización, no debería traer consigo desintegración ni enfrentamiento, debería ser es eslabón que nos identifique y que nos dé la oportunidad de crear subsidiaria y solidariamente.

La tarea más difícil, sin duda, es la que se ha echado al hombro el gobierno de Evo Morales, y es la de desinfectar las instancias públicas de los resabios corruptos que en su momento enturbiaron un proceso de cambio valedero y positivo. Rodearse de bolivianos y bolivianas nuevos y nuevas que buscan un horizonte en común es para la nueva gestión el reto más importante y el más delicado especialmente si se busca marcar la diferencia con gestiones pasadas maceradas de caudillos irremplazables y de roscas inquebrantables y afiladas que no le permitieron al país respirar una democracia que hoy está en la boca y en la mano de todos los bolivianos y bolivianas.

Publicado: diciembre 2009

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