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Intensidades de mujer

enREDando

(Argentina) En la sede de Amsafé Rosario se presentó el libro "Intensidades de Mujer", relatos, poemas y vidas de 18 mujeres detenidas en el penal de Ezeiza.

Intensidades de mujerLa iniciativa surge del taller de periodismo de la Agencia Walsh y nace como una poderosa herramienta de resistencia que nos acerca las palabras y los pensamientos de quienes, por ser pobres, mujeres y en su mayoría jóvenes, transitan una condena por delitos, en muchos casos, ni siquiera investigados ni comprobados. enREDando participó de la presentación y escuchó a Lidia Perez, una ex detenida de Ezeiza quien, a través de una organización de ex detenidos que ella misma formó, lucha por la defensa de los derechos humanos de las personas privadas de su libertad.

Tengo el libro en mis manos. En la tapa, el grito de una mujer desnuda los barrotes de una cárcel. Y hay letras sueltas que navegan en un horizonte lejano; en un sueño alcanzable. Esos gritos hablan, dicen, silencian. Son las voces, tantas veces mutiladas, las que con el tono y el aroma de mujer, muestran el interior profundo de la cárcel de Ezeiza. El libro tiene un nombre: Intensidades de Mujer. Contiene el prólogo de quien tuvo la iniciativa para impulsar este proyecto: Oscar Castelnuovo. Y en sus hojas, en cada página, el relato de 18 mujeres privadas de su libertad. Claudia, la Rusita, Sol, Lidia, Carapálida, son algunas, tan solo algunas, de las chicas que nos acercan sus escritos, a veces son cartas, a veces poemas, historias de vida, relatos, sueños.

"Toda actividad que les permita ser, expresarse y visibilizarse ante los ojos de la sociedad, constituye un modo de resistir. No hay dudas, para ellas escribir es resistir, fantasear, denunciar, hacer catarsis, estampar el amor al hijo o a la pareja, comunicar, imaginar horizontes más o menos cercanos y, sobre todo, crear espacios de libertad y de ese modo saltar el muro", escribe Castelnuovo, en las palabras que dan apertura a este intenso libro de mujeres presas.

En Rosario, la presentación se llevó a cabo en la sede de Amsafé, a cargo de Castelnuovo y Lidia Perez, una militante social que estuvo presa durante tres años en el penal de Ezeiza. Hoy, es una luchadora de todos los frentes. Y se le nota en cada palabra, en cada gesto. Con fuerza, describe los días y las noches que se viven en una cárcel, la vulneración de derechos humanos que cotidianamente se cajonean en las prisiones, y se olvidan, y se mutilan. Lo difícil que es pasar una Navidad entre rejas. "Somos presas sociales". Así se definen, con contundencia. Sabemos que la prisión es un confín destinado a "depositar" a los hombres y las mujeres sumergidas en la pobreza profunda de nuestro país. Sabemos también, que grandes negocios se financian y se sostienen a través del sistema penitenciario. Y también, creemos que la escritura carcelaria es una forma de generar resistencia, en el sentido más profundo del término. Es que allí dentro, no solo se priva a las personas de su libertad y de los derechos más básicos, como la educación, la salud o la buena alimentación. También se les vulnera, cotidianamente, el derecho a la comunicación.

El libro surge a partir de un taller de periodismo y expresión que realiza la Agencia Rodolfo Walsh y duró aproximadamente un año. Muchos escritos fueron especialmente realizados para ser publicados en este poderoso libro que trasluce la feminización de la cárcel y la pobreza. "Este volumen, de inconfundible aroma, reúne los contenidos que no pudieron retener los barrotes ni el hostigamiento. Al trasponerlos, ellas están con nosotros Y ya en nuestra casa o nuestro bar, nos cuentan acerca de sus intimidades, el origen de sus dolores o las razones de su risa", escribe Oscar.

Lidia Perez es una "militante del corazón". Con su relato, en la presentación, denuncia la violación de los derechos humanos que se comenten muros adentro, entre ellos, la imposibilidad de poder educarse. Crear el Centro Universitario Ezeiza (CUE) fue una primera resistencia que impulsó junto a otras compañeras presas. "Somos presas sociales", se le escucha decir una y otra vez. "Estamos detenidas por necesidad, es la construcción de un determinado tipo de país la que nos excluyó", expresa y cuenta de qué manera es la mujer la que pone el cuerpo, la que se expone, la que batalla ante la falta de comida, la que aguanta al marido en las más malas, la que se hace "mula", para salvar a su hijo o llevarle un pan a la mesa.

Dentro de la cárcel, también cuenta como ese lugar, para muchos inimaginable, se convierte en una casa y como allí dentro, se construyen, se forman, se entrelazan lazos y familias.

Pero hay un día, una noche, una fecha, donde el silencio se hace carne. Donde nadie habla para no quebrarse en llanto. Donde el dolor de la compañera es el mismo que ahoga el alma de cada una. Cuando llega Navidad, las fiestas de fin de año, el dolor estremece. "Es un dolor que no se puede transmitir. Ninguna se atreve a quebrar. Las fiestas es el momento más trágico para una mujer detenida".

A mi lado, escuchando las palabras de Lidia, una compañera tiene los ojos vidriosos, llora. Pareciera que ella misma vivió lo que significa la cárcel y el desprendimiento de los hijos. Al rato, contará que estuvo presa en Ezeiza por una "causa armada", injusta, no investigada.

Afuera de la cárcel, una vez en libertad, Lidia no abandonó la prisión, y mucho menos a sus compañeras. Conformaron un Foro de ex detenidos y detenidas y a través de este espacio, denuncian las violaciones que se comenten en los distintos penales provinciales y federales del país. En Santa Fe, desde hace tres años están intentando ingresar a alguno de ellos y observar las condiciones de detención, pero hasta el momento no han tenido la posibilidad ni el permiso, por parte del Servicio Penitenciario, a cargo de Mariano Buffarini, para acceder a las cárceles santafesinas.

Al mismo tiempo, Lidia narra las dificultades que tienen los detenidos y las detenidas para poder estudiar. "El sistema está preparado para que no se eduquen", reafirma. Por ello, lleva adelante una intensa lucha en pos de defender los centros universitarios que existen en las cárceles, como el de Devoto. En la cárcel de mujeres, por otra parte, existe una doble vulneración marcada por la violencia y la discriminación por género. Por ejemplo, al momento de tener el derecho a recibir visitas íntimas, la mujer debe justificar la relación de pareja, si está casada o en concubinato. "La cárcel atraviesa pobreza, migrantes, mujeres, madres, lésbicas, trans, extranjeras". En esta diversidad de historias, se profundiza la necesidad de defender los derechos de cada una y reconocer las realidades y necesidades que al interior de una prisión, parecieran desnudar la más cruel de las indiferencias.

En este libro, también aparece el relato de Karina Germano, La Galle, militante de H.I.J.OS., detenida desde hace dos años en Ezeiza y cinco años antes, en Carandirú, Brasil. Nunca se demostró su participación en los hechos que se le imputan. Hoy estudia sociología y es militante del Centro de Estudiantes de Ezeiza. Sigue militando, como lo hacía afuera. Y es una voz referente, de apoyo, de lucha y de fuerza para las tantas mujeres pobres y jóvenes que atraviesan la cárcel en sus cuerpos y en sus vidas. "Desde mi encierro, la forma de resistencia que practico sigue siendo la militancia de base, o sea mi naturalidad de practicar la solidaridad de intentar propagar los valores más básicos, actualmente tan perdidos en nuestras sociedades modernas".



Publicado: mayo 2011

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