Universidad de La Habana
Facultad de Psicología
Cátedra de Estudios sobre Discapacidad
Uso correcto del lenguaje referido a las personas con discapacidad
Discapacitados, no: Personas con discapacidad
Lenguaje correcto: una necesidad
"¿Sordomuda? ¿Y cómo va a dedicarse a la contabilidad?", pregunta la Jefa de Personal al funcionario de la ANSOC, (Asociación Nacional de Sordos de Cuba), que acompaña a una joven sorda en su primer día de trabajo.
La propia joven contesta: "La contabilidad la manejo con el cerebro, no con el oído. Y soy sorda, no sordomuda."
Las personas con discapacidad se enfrentan en su vida cotidiana con eventos del corte del narrado, que muestran prejuicios aún permanentes y que obstaculizan su inclusión en la vida social a la que pertenecen por derecho.
¿Cuántos errores en la comunicación de la Jefa de Personal se pueden señalar en el fragmento de conversación expuesto? En primer lugar, se dirigió al funcionario en lugar de hacerlo a la joven, presente. En segundo lugar, formula una pregunta desde lo negativo, basándose en juicios preconcebidos y no en información. En tercer lugar, utiliza el término "sordomuda", en desuso hace muchos años, por ser inexacto.
Las personas con discapacidad son el más nutrido y diverso grupo minoritario en todos los países del mundo. La atención que merecen debe estar basada en el respeto, respeto del que forma parte un uso correcto del lenguaje, evitando lo peyorativo o la conmiseración.
El lenguaje no debe ser considerado como un elemento secundario en la comunicación. Referirse de manera adecuada a las personas y sucesos muestra la significación que estos tienen, y por el contrario, emplear expresiones plagadas de inexactitudes oculta las barreras actitudinales que perviven con respecto a las personas con discapacidad. Es por eso que el presente trabajo pone bajo la luz el uso discriminatorio del lenguaje referido a las personas con discapacidad.
La presente exposición tiene como objetivos: a) identificar errores comunes en el lenguaje referido a personas con discapacidad: uso incorrecto de términos y tratamiento inadecuado de las mismas como víctimas o superpersonas; b) señalar la necesidad de una cultura de la discapacidad que reconozca el uso correcto del lenguaje como paso requerido para la inclusión de las personas con discapacidad.
Deficiencia, discapacidad.
¿Cuál es la denominación general de las personas que presentan algún tipo de discapacidad?
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), deficiencia es toda pérdida o alteración de una estructura o función psicológica, fisiológica o anatómica. Una persona puede, por tanto, tener deficiencia visual, deficiencia auditiva, pero es preferible evitar el calificativo deficiente. Resulta lesivo para otro ser humano ser definido por sus pérdidas, aún más teniendo en cuenta que la discapacidad no constituye enfermedad.
La OMS considera la discapacidad como toda restricción o ausencia debida a una dificultad de la capacidad para realizar una actividad dentro del margen que se considera normal para un ser humano. Al igual que en el caso de la deficiencia, un hombre o una mujer pueden tener discapacidad (físico-motora, auditiva, visual, intelectual) pero no son "discapacitados", menos aún "incapacitados". Ellos y ellas no son sus discapacidades, sino son ante todo personas muy capaces de vivir plenamente, como cualquier otra, con la particularidad de poseer una discapacidad.
El inadecuado término "minusválido" para denominar a los sujetos con discapacidad debe ser desterrado del lenguaje común. Minusvalía hace referencia a la disminución de la capacidad física o psíquica de una persona. "Minusválido" es, entonces, disminuido. Convenido que las personas con discapacidad comparten en condiciones de igualdad la posibilidad de desarrollar sus potencialidades en la vida, nada más inexacto que "disminuido" para nombrarlas.
El término "minusvalía" se usa también para hacer referencia a la situación de desventaja consecuencia de una deficiencia o discapacidad. Esta situación de desventaja tiene que ser analizada en relación con el entorno, que ha construido las condiciones óptimas para los individuos comunes, condiciones que constituyen en muchos casos barreras para las personas con discapacidad.
Lo anterior se relaciona con otra alusión incorrecta a las personas con discapacidad como personas con problemas. ¿Existen personas sin problemas? Y más allá ¿es la discapacidad un problema? Considerando que muchas veces no es la discapacidad en sí lo que afecta, sino las consecuencias sociales que esta tiene, entonces el verdadero problema no es la discapacidad sino las barreras sociales que dificultan la inclusión de las personas con discapacidad.
Por ejemplo, no es la discapacidad físico-motora en sí lo que obstaculiza la vida de una estudiante en la Educación Superior, sino los problemas de accesibilidad a los lugares y servicios a causa de las barreras arquitectónicas. Otro ejemplo, no es la sordera en sí lo que trae consecuencias al desarrollo de un niño, sino las barreras de comunicación secundarias a no poseer un código común con los padre oyentes, y luego, en la vida adulta, la falta de información accesible en códigos adecuados a sus características.
Términos adecuados e inadecuados
Las personas con discapacidad no son un grupo homogéneo. Disímiles discapacidades implican diferentes características en las y los individuos que las presentan. En la historia de la educación a personas con discapacidad existen nombres que se daban (términos médicos, incluso) que han sido sustituidos por otros más adecuados. Es necesario tener en cuenta lo anterior para no incurrir en errores que pueden constituir ofensas para las personas con discapacidad.
Con relación a los tipos de discapacidad, los términos correctos son:
Personas con discapacidad físico-motora. No son impedidos físicos porque no están impedidos ni incapacitados, menos aún tullidos, lisiados, o inválidos. Tampoco se usa ya limitados físico-motores. Estos términos aluden a imposibilidad de realizar actividades, y por lo tanto enfatizan lo negativo sin permitir la comprensión de las posibilidades que disfrutan las personas con limitación físico-motora.
Invidentes, ciegos, baja visión: No utilizar el insultante diminutivo cieguito, ni el lesivo débil visual. La persona no presenta debilidad alguna y no necesita lástima, sino trato justo.
Sordos, hipoacúsicos: Existen clasificaciones de la pérdida auditiva que no contemplan el término "sordo", por considerarlo peyorativo. Sin embargo, generalmente las personas con discapacidad auditiva se identifican a sí mismas como sordas, siendo esta denominación parte de su cultura. Sordomudo es un término en desuso, ya que las personas sordas no necesariamente (ni generalmente) son mudas. Pueden aprender a hablar y muchos llegan a hacerlo; en los casos en que esto no ocurre es por la dificultad que presenta la lengua oral para quien no cuenta con el canal auditivo, y no a imposibilidad de hablar.
Personas con autismo: El autismo no es una enfermedad psiquiátrica, por tanto no se debe emplear para referirse a estas personas el despreciativo término de loco, así como debe evitarse, en presencia de un niño con autismo en medio de una rabieta, dar consejos a los padres del estilo está muy malcriado.
Personas con Síndrome de Down, con retraso mental, con discapacidad intelectual, con retraso en el aprendizaje: Las personas con discapacidad intelectual no son anormales, ni bobos o tontos, menos aún imbéciles, idiotas, o cretinos. Estos últimos términos cayeron en desuso por ser peyorativos y en general todos poseen un matiz despectivo que debe ser evitado. Asimismo, las personas con Síndrome de Down no son mongólicas, y no deben ser denominadas por su diagnóstico. Decir Fulano es un Down equivaldría a decir Mengano es una fractura de antebrazo, lo cual no tiene sentido.
Otros términos de los que se hace un uso incorrecto son:
Discapacidad hereditaria o congénita: Si existen otras personas con discapacidad en la familia, puede hablarse de historia familiar, de antecedentes familiares de la discapacidad. La utilización de tara familiar es denigrante y alude a una devaluación de la persona que la posee, lo cual no se aplica a las personas con discapacidad, cuyo valor es innegable.
Personas comunes, típicas: Al referirse a personas sin discapacidad, se utiliza el adjetivo "comunes", en lugar de normales. La pretendida normalidad no existe, es un término que alude a lo corriente, a personas que se ajustan a ciertas normas fijadas de antemano).
Víctimas o superpersonas
Es frecuente escuchar expresiones como aún estando confinado a una silla de ruedas o en su corazón tiene la luz que a sus ojos le falta. Estas vienen a unirse al calificativo pobrecito, o pobrecita para colocar a las personas con discapacidad como dignas de lástima..
Las discapacidades no se sufren, ni se padecen. Se tienen. No es con el sentimiento de compasión que se colabora con las personas con discapacidad, sino reconociendo que las discapacidades forman parte de la diversidad de lo humano, y que para una igualdad de oportunidades es necesario crear condiciones de equidad..
Por otra parte, colocar las personas con discapacidad como superhéroes o superheroínas por haberse graduado, mantener un trabajo exitoso y haber formado una familia, sostiene también la visión preconcebida que de ellas se tiene como poco capaces de llevar una vida plena. Prejuiciosamente, las personas con discapacidad son tenidas con menosprecio, y al encontrar entre ellas quienes construyen una vida armónica, se atribuye a heroicidad..
No es menos cierto que las personas con discapacidad hacen esfuerzos superiores a las que no presentan discapacidades, en su incorporación a la sociedad. Pero estos esfuerzos no nacen de su discapacidad propiamente, sino a la necesaria superación de las barreras arquitectónicas, comunicativas, sociales en general, muchas de las cuales surgen de los prejuicios ya mencionados..
Tanto la imagen de víctimas, como la de superpersonas constituye una distorsión de la realidad, que no favorece la inclusión de las personas con discapacidad, ni su aceptación como personas, ante todo, que merecen condiciones de equidad.
Hacia una cultura de la discapacidad
La Convención Internacional sobre Derechos de las Personas con Discapacidad señala entre los principios para la inclusión de las personas con discapacidad:
- El respeto de la dignidad inherente, la autonomía individual, incluida la libertad de tomar las propias decisiones, y la independencia de las personas;
- La no discriminación;
- La participación e inclusión plenas y efectivas en la sociedad
- El respeto por la diferencia y la aceptación de las personas con discapacidad como parte de la diversidad y la condición humanas;
- La igualdad de oportunidades;
- La accesibilidad;
- La igualdad entre el hombre y la mujer;
- El respeto a la evolución de las facultades de los niños y las niñas con discapacidad y de su derecho a preservar su identidad.
No se trata en los principios de protección paternalista, ni puede haber cabida para la discriminación velada. Las personas con discapacidad precisan de condiciones de equidad que les posibiliten desarrollar sus potencialidades. Pero no pueden encontrarse sujetas a las condiciones obstaculizadoras que favorecen solamente a las personas comunes.
La asunción de los principios anteriormente expuestos corresponde al establecimiento de una cultura de la discapacidad. Esta cultura de la discapacidad, permitiendo la aceptación y el respeto basados en una comprensión genuina de lo que la discapacidad significa, contribuye a la dignificación de la esencia misma de la Humanidad.
Bibliografía
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